Un breve repaso a las posibilidades que ofrece el mercado
Aunque es difícil que se pongan de acuerdo sobre ningún tema, los historiadores parecen asumir que el primer ejército en utilizar morteros fue el reclutado por Mehmet II de cara a la toma de Constantinopla. Urgida su imaginación por los posibles refuerzos que pudieran llegar por mar para aliviar el peso de los asediados y encajonado entre el Bósforo y las hasta entonces imbatibles murallas de la vieja capital del Imperio Romano de Oriente, los cronistas cuentan que Mehmet II concibió la idea de un cañón que dejase caer sus proyectiles prácticamente en vertical. Un arma tan simple como efectiva que en pocos intentos le permitió alcanzar algunos buques del bando cristiano, además de golpear en el interior de la urbe y que pasados más de cinco siglos sigue estando en la vanguardia de los grandes ejércitos.
Mortero Autopropulsado Wiesel-2.
Consideraciones previas
En el caso español, las cosas parecen no haber avanzado desde entonces tanto como debieran. Sirva como ejemplo el de nuestras fuerzas en el extranjero, entre las que continúa siendo común, además del típico modelo Ecia de 81mm, que cada pelotón de una sección de fusiles lleve al menos un mortero de 60mm configurado como commando, esto es, sin trípode ni placa base. Es un arma útil, sin duda, pero cuyo uso es anecdótico y que en ningún caso puede suplir ni la pegada ni la precisión y mucho menos el alcance de cualquiera de los sistemas de que se están dotando amigos y enemigos.
Algo se mejoró, sin duda, en 2011, cuando a cambio de 7,2 millones de euros se adquirieron seis sistemas Cardom a la empresa israelí Soltam Systems que posteriormente se desplegaron en Afganistán. No obstante, es una cantidad a todas luces insuficientes pese a su polivalencia y la ventaja de utilizar com base un URO VAMTAC -algo que simplifica notablemente las cosas y las abarata-. Tampoco fue más que un triste remiendo la adquisición posterior de otras cuatro unidades en 2012 por 4,67 millones de euros ya que no son cifras que vayan a cambiar nada y que solo han servido para salir del paso y no para convertir el uso de morteros autopropulsados en una norma en nuestro Ejército de Tierra.
No existe pues en las Fuerzas Armadas, con la excepción del TOA portamortero y del ya citado Cardom, nada parecido ni siquiera remotamente a los sistemas que están entrando a formar parte -o que incluso llevan ya tiempo haciéndolo- de la dotación de los ejércitos de nuestro entorno y sobre todo, de la mayor parte de nuestros socios que son, en última instancia, con quienes debemos equipararnos si pretendemos interoperar y no convertirnos en una carga en caso de problemas.
Sistema Cardom sobre VAMTAC
Estados Unidos, con sus Stryker dotados de morteros autónomos Cardom, de procedencia israelí. Alemania con sus novísimos Wiessel-2 SP. Finlandia o Suecia con los AMOS y NEMO de Patria o la misma Arabia Saudita con sus LAV equipados con AMS-II. No son más que algunos de los múltiples ejemplos de ejércitos que cada vez más se equipan con morteros autopropulsados o, en su defecto, con sistemas que permiten convertir casi cualquier vehículo en un portamortero excelente y sobre todo, con una gran movilidad estratégica y táctica, tan necesarias cuando se dan despliegues a miles de kilómetros, como en algunas de las misiones que llevan a cabo hoy día nuestros soldados y que siempre suelen ser en terrenos difíciles.
Mucho más cerca que Afganistán o Líbano, en los yermos campos de San Gregorio es también muy común que las secciones de armas de las compañías de fusileros tengan a sus hombres entretenidos en montar y desmontar los viejos morteros de 81mm, sacándolos apresuradamente de sus cajas para hacer frente a amenazas imaginarias y simulando el tiro -raras son las ocasiones en que se dispara-, para una vez recogidos, volver a ejecutar la operación ora 100 metros hacia el este, ora 200 al norte. En ocasiones las circunstancias son incluso peores, pues los añejos afustes de cuero que permiten trasladar sobre las espaldas de la tropa las pesetas, los tubos, trípodes y munición siguen engrasados y aunque parezca fuera de época, se utilizan, aunque por fortuna, ya de forma marginal.
En cualquier caso, en la vida real, que siempre es la que marcan los combates, la reacción de un pelotón de cualquier sección de armas, por adiestrada que esté en su tarea, desde el momento en que descargan el mortero, hasta que entran en eficacia dista mucho de ser lo suficientemente rápida para el tipo de enfrentamientos en que se baten nuestros hombres. En estos prima la velocidad en las respuestas y sobre todo, es determinante la identificación de los blancos, muy complicada según el escenario
Sistema Amos, de la empresa finlandesa Patria. Fuente: Wikipedia.
Hay que entender, sin duda, que la característica básica de esto que dan en llamar guerra asimétrica no es otra que vivir miles de pequeñas batallas locales en lugar de mantener un frente más o menos definido, en el que por lógica, el enemigo está al otro lado. Esto imposibilita la obtención de información estratégica e incluso táctica precisa, con lo que las decisiones no se toman en un lejano y caliente Estado Mayor sino que corresponden siempre al mando sobre el terreno. De hecho, la guerra asimétrica, más que ninguna otra, es el reino de la táctica sobre la estrategia .