Treinta años atrás, el líder soviético Mikhail Gorbachev arribó al cosmódromo de Baikonur para ordenar personalmente la finalización del programa militar espacial de la Unión Soviética. Tres décadas después, el analista militar ruso Alexander Khrolenko revisa esta decisión y sus consecuencias actuales para Rusia
.En este artículo para RIA Novosti dedicado al aniversario de la decisión de Gorbachev, Khrolenko recuerda que el líder, familiarizado con la tecnología desarrollada por la Unión Soviética, expresó en el trascurso de su vista a las instalaciones, su arrepentimiento por el compromiso asumido con Ronald Reagan en Reykjavik un año antes de cancelar unilateralmente el programa espacial militar soviético. Washington, en tanto, se negó a detener sus trabajos en el programa de Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), un escudo defensivo anti–misiles hasta 1993, tiempo después de la desaparición de la Unión Soviética.
A pesar de ello, al llegar a la base, el 11 de Mayo de 1987, “el Secretario General reiteró su compromiso con el desarrollo pacífico del espacio”, una idea con la que había estado jugando desde su ascenso al poder en 1985
Khrolenko comenta: “a continuación de la visita de Gorbachev, el programa militar espacial soviético comenzó a detenerse. El concepto de una estación orbital pesada fue descartado en 1989, y luego cesaron los trabajos de Energía en el vector espacial pesado y en el trasbordador Buran”.
Desafortunadamente, agrega el periodista, tres décadas después de aquellos nobles deseos de Gorbachev, “el mundo no cambió. El 7 de Mayo de 2017 el Vehículo de Prueba Orbital norteamericano X-37B regresó a Cabo cañaveral, luego de una misión secreta que lo mantuvo en el espacio cerca de dos años.
Recuerda el periodista que “el Pentágono dijo que el aparato, de unas 5 toneladas de peso, fue diseñado para operar entre orbitas de 200 y 750 kilómetros, y es capaz de cambiar rápidamente de órbita y maniobrar, realizar misiones de reconocimiento y elevar pequeñas cargas al espacio”.
Mientras, los expertos rusos definen al X-37B por lo que es: un interceptor espacial. “En otras palabras, el periodista lamenta, parece bastante obvio que el programa de armas orbital de Estados Unidos sobrevivió a la presidencia de Reagan. El programa de “Star Wars” se convirtió en una realidad del siglo XXI. Rusia deberá adentrarse en asuntos militares espaciales para crear nuevas clases de cohetes pesados y una base propia confiable”
Lo que resignó Gorbachev
La Unión Soviética comenzó a trabajar en sistemas maniobrables espaciales de uso militar en la década de 1960, inicialmente con la idea de un satélite que pudiera eliminar satélites enemigos. La USSR lanzó su primer satélite experimental maniobrable, el Polet-1 en 1963. Cinco años después, el 1 de noviembre de 1968, los ingenieros soviéticos lograron la primera intercepción exitosa de un satélite blanco.
Entre 1973 y 1976, bajo el programa secreto Almaz, la URSS colocó en órbita tres estaciones espaciales tripuladas de reconocimiento de uso dual, militar y civil, a la vez que los ingenieros experimentaban en más de una docena de pruebas para continuar mejorando los sistemas anti–satélites.
En masivos ejercicios llevados a cabo entre Junio y Septiembre de 1982, luego conocidos por la OTAN como la “Guerra nuclear de las Siete Horas”, la URSS y sus aliados realizaron una serie de entrenamientos que incluyeron el lanzamiento de misiles balísticos basados en tierra y en submarinos, pruebas de misiles anti – misiles y maniobras con satélites militares, incluyendo el interceptor espacial de satélites 5V91T Uran.
“La Energia Space Corporation se involucró en la creación de armas basadas en el espacio para el combate, en, o desde el mismo” recordó Khrolenko.
A finales de los 70, Energia presentó dos diseños de naves espaciales futuras, basados ambos en la misma plataforma, una armada con misiles y otra con láseres. La nave armada con misiles era más pequeña y ligera, permitiendo cargar una gran cantidad de combustible a bordo; Esta, designada como 17F111 Kaskad tenía como objetivo blancos enemigos situados en las órbitas bajas (hasta los 300 km). La otra, con los láseres, se designó 17F19 Skif, y estaba pensada para su uso contra satélites en órbitas medias y geoestacionarias. Los planes contemplaban la creación de grupos de ataque orbital que combinaran ambos tipos de naves (Skif y Kaskad)
El proyecto Kaskad incluía un interceptor de misiles para el espacio profundo, utilizable para interceptar las cabezas de los vehículos de reentrada de los ICBM durante las etapas pasivas de su vuelo.
Para destruir instalaciones militares en el suelo, los ingenieros soviéticos desarrollaron un concepto de estación espacial pesada, la 17K DOS, combinada con una serie de vehículos autónomos (del estilo de las lanzaderas Buran) armados con cabezas nucleares (entre 15 y 20 por módulo). En los inicios de un conflicto, los módulos se separarían de sus portadores, y tomarían posición para comenzar su descenso, alcanzando múltiples blancos con un alto grado de precisión
Luego que el presidente Reagan revelara su proyecto de Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), los ingenieros soviéticos comenzaron a explorar la posibilidad de minar las órbitas más bajas de la tierra
Khrolenko recuerda que “las investigaciones se basaban en averiguar la efectividad de sistemas orbitales que pudieran barrer el espacio de naves enemigas hasta altitudes de unos 3000 km.”
Por último, el periodista destacó que, a pesar de los avances hechos por la URSS en su programa espacial militar, desde la llegada al poder de Gorbachev, este comenzó a avanzar persistentemente en su tesis de uso y desarrollo pacífico del espacio, bajo los auspicios de sus “nuevas ideas”. “Bajo la presión del Comité Central, se cancelaron los lanzamientos de blancos del sistema 17F19 Skif (con un láser dinámico de gas de 1MW de potencia), así como de otros elementos de combate. Fallas técnicas durante el lanzamiento de la nave sólo aceleraron la cancelación del resto del programa.”
Khrolenko enfatizó que durante la mayor parte de la guerra fría, los Estados Unidos se mantuvieron dramáticamente retrasados con respecto al desarrollo de sistemas militares basados en el espacio frente a la URSS. El diseño norteamericano de estaciones espaciales de uso militar, comenzó recién en los ´70 (considerando los proyectos que incluían el uso de energía cinética, láseres y armas de partículas)
Ronald Reagan ordenó el desarrollo de un sistema norteamericano anti – satélites en 1982, y proclamó su Iniciativa de Defensa Estratégica un año después, en marzo de 1983. Como los últimos vestigios de estos programas cesaron en 1993, Khrolenko destaca que “el uso pacífico del espacio continuó siendo sólo un sueño para la humanidad”
“La tecnología espacial provocó el surgimiento de nuevos métodos de conducir operaciones militares. Hoy, de los casi 1380 satélites en órbita, 149 son norteamericanos, y de uso dual (Según el periodista); para comparar, Rusia tiene 75 satélites militares, China 53, Israel 9, Francia 8 y Gran Bretaña y Alemania 7 cada uno.” Todas las grandes potencias están desarrollando actualmente tecnología militar para su uso en el espacio. Las órbitas bajas están cada vez más militarizadas.”
A principios de este año el segundo comandante del Comando Estratégico norteamericano le contaba a los medios la necesidad de enviarle a los futuros adversarios de Estados Unidos alguna señal de que el país está preparado para pelear una guerra espacial. El último año, el General John Hyten, máxima autoridad del Comando Estratégico fue más allá, al expresar que si las potencias mundiales se expanden hacia el espacio, inevitablemente crecerán las posibilidades de un conflicto: “En ese caso, estaremos preparados” comentó.
Mientras, los analistas militares han retomado la idea de una defensa contra misiles basada en el espacio, al desarrollar y probar tanto la Missile Defence Agency como la Raytheon Corporation sistemas de armas destinados a detectar y destruir misiles balísticos en la reentrada a la atmósfera.
En la actualidad, Khrolenko enfatiza que incluso los países que se oponen a la militarización del espacio, entre los que se incluyen China y Rusia, está forzados a desarrollar armas que prevengan un mortal desequilibrio estratégico.
Según concluye el periodista, la pregunta que se debe hacer es: ¿valió la pena que en el trascurso de estos años convertir la “espada espacial” de Rusia (como heredera de la URSS) en arados y nuestros Kaskads y Skifs en ollas y sartenes?
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