(defensa.com) Durante décadas Centro América fue recipiente de buena cantidad de equipos militares argentinos. El 2 de septiembre de 1981 la Argentina firmaba un acuerdo para la venta de armas con Guatemala y Honduras y meses después, en marzo de 1982, se gestó un acuerdo separado entre el régimen militar argentino y el gobierno salvadoreño para la compra de armamento. Sin embargo, ya antes de suscribir esos acuerdos Argentina se encontraba comprometida en la logística de armas centroamericanas. Así, por ejemplo, el régimen nicaragüense de Anastasio Somoza Debayle despacharía una Comisión de Pilotos de la FAN-GN a evaluar el avión Pucará, fusiles FAL y hasta repuestos para los Sherman, recomendándose la compra de diez aviones y todo el parque ofrecido, si bien, al final, no se concretaría nada…oficialmente.
La memoria del Ejército Popular Sandinista relata que al llegar el final de Somoza se encontró en el Rancho Montelimar, localizado detrás del Cerro Motastetepe, un arsenal intacto de lo que fuera la Guardia Nacional nicaragüense que incluía cohetes tácticos múltiples israelíes. En realidad se trataba de los lanzadores decohetes tácticos YARARA construidos en Argentina. Eran baterías de 40 tubos LAU 2/A o LAU32/A acomodadas sobre camiones Chevrolet C-10, que disparaban cohetes Albatros de 1224mm de largo, calibre 70mm, y con un peso de 10,5kg, a un alcance entre los 1.000 y 4.000 metros en fuego directo y hasta los 10.000 en fuego indirecto. Los equipos habían sido suministrados por la EDESA-DGFM Fray Luis Beltrán, en un contrato valorado en 7.700.000 dólares.
A mediados de los 70, Argentina también suministraría a Honduras alrededor de 4.000 fusiles FAL, entre ellos modelos FAP, y 6000 fusiles FAL para equipar el Ejército de ese país. Estas armas permanecen hoy almacenadas y han sido objeto de escándalo al encontrarse que muchos han desaparecido y encontrado en manos del crimen organizado. Como nota separada señalamos que con miles de estas armas aun hoy en bodegas castrenses, los rifles podrían ser reciclados al modelo SAR-58 de DS Arms para regresarlos al uso activo, si bien no del Ejército, sino de la Policía Nacional de Honduras.