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sábado, 25 de junio de 2016

Guillermo Rus: “Arsat es algo incómodo para el Gobierno”

Agencia TSS – Hace una década, la idea de que la Argentina tuviera un satélite fabricado en el país parecía remota. Tanto como los 36.000 kilómetros que hoy separan a los Arsat 1 y 2 de la Tierra, los primeros satélites geoestacionarios de telecomunicaciones fabricados en América Latina que orbitan en el espacio. El paso inicial de este recorrido se dio el 5 de abril de 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner, cuando se sancionó la Ley 26.092, propuesta por el oficialismo, que creó la empresa estatal Arsat con el objetivo de proteger las posiciones orbitales asignadas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) con satélites fabricados en el país.

De esa manera, la Argentina se metía entre los 10 países del mundo capaces de fabricar esa tecnología y se buscaba, además, traccionar al sistema científico-tecnológico y a una industria de proveedores locales en esa dirección. Sin embargo, la iniciativa no fue aprobada por unanimidad. El argumento predominante en la oposición fue que la creación de la empresa estatal era una privatización encubierta y que el Estado la utilizaría para hacer negocios con empresas multinacionales. Entre los que se opusieron, estaban los diputados del Interbloque Propuesta Federal, que respondían al actual presidente Mauricio Macri.

A principios de este año, desde el Gobierno dijeron que el Arsat 2 era un satélite vacío y sin clientes. Con ese argumento, se paralizó la producción del Arsat 3, cuya fabricación ya se había iniciado en la empresa rionegrina INVAP. Sin embargo, el propio Matías Bianchi, presidente de Arsat hasta que asumió el actual Gobierno, había dicho en una rueda de prensa realizada en noviembre del año pasado en la estación terrena de Benavídez, a la que asistió TSS, queestimaban que los primeros clientes del Arsat 2 recién comenzarían a migrarse en diciembre, luego de una serie de pruebas que era necesario realizar.

Aquella vez, también aseguró que ya se habían construido 30.000 kilómetros de la Red Federal de Fibra Óptica, otro emprendimiento de Arsat que tenía el objetivo de brindar conectividad a todo el territorio argentino, de los cuales se dijo que 12.000 ya estaban operativos. Eso también fue cuestionado por la actual gestión de Arsat, desde donde afirman que solo se habían iluminado 6.500 kilómetros. A seis meses del cambio de gestión en la empresa, sus trabajadores denunciaron que hubo más de 25 despidos y que las obras para finalizar el despliegue de la plataforma tecnológica de la Televisión Digital Abierta (TDA), el tercer eje importante de Arsat, están paralizadas.

En noviembre del año pasado, el Congreso sancionó la Ley 27.208 de Desarrollo de la Industria Satelital, que la estableció como política de Estado y aprobó el Plan Satelital Geoestacionario Argentino 2015-2035. Este programa estipula que en los próximos 20 años se construyan al menos ocho satélites para uso propio o para terceros. Además, la normativa declara que se requerirá el voto de dos tercios del Congreso Nacional para la venta de activos estratégicos que el Estado tiene en Arsat.

Arsat fue creada el 5 de abril de 2006, durante el gobierno de Néstor Kirchner, cuando se sancionó la Ley 26.092.

TSS habló con Guillermo Rus, exvicepresidente de Arsat, sobre los vaivenes por los que está atravesando la industria satelital en la Argentina. Actualmente, Rus dirige el portal Latam Satelital, un medio dedicado a difundir las noticias nacionales e internacionales del área que busca informar y vincular a fabricantes y usuarios de esta tecnología, con foco en la integración regional.


¿Por qué la Argentina tomó la decisión de fabricar satélites en vez de comprarlos?


Por un lado, tiene que ver con que, cuando se creó Arsat, en 2006, la Argentina ya tenía antecedentes en el desarrollo de satélites de observación de la Tierra, una misión que estaba a cargo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), con INVAP como contratista principal. Se habían lanzado los SAC A, B y C, y se estaban construyendo el SAC D Aquarius y los SAOCOM. Entonces, frente a que la empresa Nahuelsat no invertía en nuevos satélites y se iban a perder las posiciones orbitales, se decidió emprender el desafío de fabricarlos en el país. La otra cuestión importante es que la decisión se enmarcó en el proceso político de los últimos 12 años, en el que predominaron políticas de desarrollo industrial. Si bien la gestión de Néstor Kirchner llevaba dos años cuando se empezó a plantear la iniciativa y aún tenía que resolver problemas más estructurales, se tomó esa decisión de largo plazo. En el camino, Arsat comenzó a expandir sus actividades con otras políticas de gobierno, como la red de fibra óptica, la TDA y la puesta en funcionamiento de un centro de datos, con lo cual pasó de ser un operador satelital a ser una empresa de telecomunicaciones.


¿Es cierto que el Arsat 2 no tenía clientes?


La misión del Arsat 1 era reemplazar al Nahuel 1. Cuando su vida útil se agotó, se migraron todos los clientes a un satélite alquilado hasta que se puso en órbita el Arsat 1 y se subieron a éste. En el caso del Arsat 2 era más complejo, porque Nahuelsat no había puesto en órbita un segundo satélite. Lo que se fue resolviendo mientras tanto, incluso antes de que llegara Matías Bianchi a la presidencia de Arsat, fue vender el servicio a partir de satélites alquilados a Intelsat (un importante fabricante internacional). Entonces, Arsat alquilaba parte de la capacidad de diversos satélites y la vendía a clientes en la Argentina. La estrategia era migrarlos al Arsat 2, pero se trataba de una migración más compleja porque había que hacerla desde diversos satélites e iba a llevar más tiempo. En el caso del Arsat 1 y el satélite alquilado, estaban en la misma posición, la 72, por lo tanto fue más sencillo porque casi no había que orientar las antenas. Esos tres clientes que Arsat ya tenía iban a ocupar un 30 % de la capacidad del satélite. Pero, además, el Arsat 2 implicaba un desafío comercial más fuerte porque, a diferencia del 1, tiene una cobertura continental. Por eso, la empresa decidió poner mucho foco en el área comercial. De hecho, se dejó de pensar en Arsat como una empresa de proyectos y se la empezó a pensar como una empresa de servicios y en los últimos años se quintuplicó la facturación. Entonces, que ahora se salga a decir que no se le prestó atención al área comercial es parte de esa campaña de desprestigio que buscan generar. A las nuevas autoridades se les dio un plan de negocios cerrado y hasta una ley sancionada con un plan de desarrollo de la industria satelital a 20 años. Obviamente, la empresa tiene complejidades a resolver como cualquier otra, pero es una empresa que venía cumpliendo sus metas. Con la red de fibra óptica fue más burdo. Dijeron que había 6.000 kilómetros iluminados en vez de 12.000, para atribuirse el resto. Con el Arsat 2 hicieron lo mismo: demoraron el comienzo de la migración para decir “no tiene clientes” y luego poder adjudicárselo a su gestión. Todas estas cosas perjudican a la empresa.

El Arsat 2 fue construido por la empresa INVAP en Bariloche y fue lanzado el 30 de septiembre de 2015.


¿El Arsat 1 tiene toda su capacidad ocupada?


Sí, se migraron todos los clientes del satélite alquilado. La capacidad de los satélites no se ocupa al 100 % porque hay una parte que se vende para uso ocasional, como móviles en vivo o algún evento. Si llega un cliente nuevo, va directo al Arsat 2. Lo último que quedaba por cubrir con el Arsat 1 era un transponder que nosotros queríamos ocupar para las nuevas señales que la Ley de Medios autorizara, como canales públicos provinciales, universitarios y comunitarios. Pero se vendieron tres servicios y después no se vendió más. Formosa fue nuestro primer caso de éxito en ese sentido, con el canal Lapacho TV, que se transmitía por tres estaciones terrestres y de manera satelital a las localidades más alejadas. Eso quedó frenado.

Ustedes habían comenzado con la construcción del Arsat 3 a través de un contrato con INVAP. ¿Qué objetivos se plantearon?

Con los Arsat 1 y 2, la Argentina se posicionó como constructor de satélites a nivel mundial y esto es una gran responsabilidad. No se pueden generar discontinuidades porque para demandar más satélites hay que ser comercialmente agresivo, hay que expandirse. También es importante para mantener los puestos de trabajo, que son muchos. Para garantizar esa continuidad, el año pasado se sancionó la Ley de Desarrollo de la Industria Satelital. Además, queríamos crecer como operador, a través de la búsqueda de nuevas posiciones orbitales. Y buscábamos exportar la plataforma. Si bien somos pocos los países en el mundo que fabricamos satélites, exportar no es fácil porque hay que competir con países que los hacen desde hace 40 años. Pero hay alternativas, como operadores satelitales que buscan probar distintas tecnologías para abaratar costos. También pensábamos apuntar a los países de la región. Bolivia y Venezuela, por ejemplo, tienen un operador satelital estatal con un satélite chino y en algún momento se le va a acabar la vida útil. Nicaragua está comprando un satélite chino. México tiene su satélite comprado, un operador privado y uno para servicios de gobierno. Brasil desarrolla satélites de observación de la Tierra. Entonces, teniendo en cuenta las capacidades de cada país, se puede pensar en construir más satélites, nacionales o regionales, a partir de acuerdos de cooperación y transferencia tecnológica.


Ustedes estaban planeando el Arsat 4, el primero de una nueva generación de satélites que utilizaría propulsión eléctrica o híbrida. ¿Ya se había comenzado a trabajar en esto?


Sí, porque otro objetivo de Arsat era optimizar la plataforma y aumentar el porcentaje de componentes nacionales y regionales del satélite. Y una de esas mejoras tenía que ver con hacer más eficiente la relación entre el peso y la potencia del satélite. El combustible representa buena parte del peso y con la propulsión eléctrica se mejoraría mucho en ese aspecto. Eso se pensaba hacer a través de un acuerdo con el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MINCYT) y para eso se firmó un acuerdo con el ministro Lino Barañao.

¿Qué lectura hace de la paralización de la construcción del Arsat 3?

Yo creo que la discusión pasa por definir qué quieren hacer con Arsat, qué perfil quieren darle. Arsat es una empresa que fue concebida con la decisión estratégica de desarrollar una industria tecnológica de alto valor agregado, con un rol como mayorista de telecomunicaciones, que pueda apalancar a las pymes del sector y que tenga la misión de llevar Internet y televisión a todos lados, incluso a quienes no puedan pagar el servicio. Pero seguir con el plan de construcción de los ocho satélites que estipula la ley tiene sentido si hay un plan estratégico y comercial. Sin los cimientos, se cae todo. Entonces, por más que Barañao diga que hay continuidad en los proyectos del MINCYT, ¿para qué se va a mejorar la plataforma si no van a seguir construyendo satélites? Me llama la atención que nunca mencionan la ley que se aprobó el año pasado, la ignoran. Yo creo que Arsat es algo incómodo para el Gobierno porque la construcción y el lanzamiento de un satélite es un éxito del gobierno kirchnerista. Y les incomoda como instrumento del Estado. Es difícil mantener una empresa estatal competitiva en un gobierno que es bastante permeable al sector empresario externo. El actual presidente de Arsat está en un dilema, porque no creo que como presidente quiera que le vaya mal a su empresa.


“Si bien somos pocos los países en el mundo que fabricamos satélites, exportar no es fácil porque hay que competir conpaíses que los hacen desde hace 40 años”, dice Rus.

¿En qué situación quedaron la red de fibra óptica y la TDA?

En la TDA ya estaba hecha la mayor parte de la inversión, faltaban algunas estaciones, pero como no eran las localidades más grandes, a pesar de que se paralice el despliegue, esas zonas se podrían cubrir con la transmisión satelital. La red de fibra óptica, en cambio, necesita sí o sí que la inversión que estaba pautada continúe para que sea funcional. Si bien la construcción ya estaba casi terminada, la parte electrónica, la iluminación, estaba en pleno proceso. El Gobierno parece que va a continuar este proyecto, por eso supongo que cortan otros dos (Arsat 2 y TDA) para derivar dinero hacia la fibra óptica. Puede ser una decisión coyuntural pero lo que sí es claro es la línea política: no tienen ganas de invertir en Arsat. Si baja la inversión del Estado en tecnología, peligran los puestos de trabajo de INVAP y de todas las pymes que trabajan para ellos. INVAP no se dedica exclusivamente a lo satelital, pero si ven que el rubro no continúa, se van a enfocar en otras industrias. Y una vez que se cambia de rubro, esas capacidades que habían adquirido se pierden.

Con respecto a la red de fibra óptica, ¿no habría sido mejor construir e iluminar por tramos?

Con el resultado a la vista, por ahí se puede pensar que convenía hacerlo por tramos, pero es difícil decirlo, porque cuando se emprenden este tipo de políticas públicas y los fondos están, se trata de avanzar todo lo que se pueda. Además, inicialmente se pensaba que iba a hacerse más rápido, pero era un proyecto a escala muy grande llevado adelante por una empresa que no venía de hacer algo parecido. Es un proceso complejo y tal vez se hizo una estimación muy optimista.

¿No se puede utilizar la ley sancionada como instrumento para reactivar la industria satelital?


Sí, de hecho varios diputados ya presentaron pedidos. Pero como la ley es un plan a 20 años todavía es difícil evaluar si se está cumpliendo.

La CONAE, que dependía del Ministerio de Planificación y ahora está bajo la órbita del MINCYT, sigue con los proyectos satelitales que tenía en curso pero en Arsat no sucede lo mismo. ¿Cómo ve el futuro de la industria satelital en general?

En CONAE, por lo que dicen, se sienten más cómodos en la órbita de Ciencia. Pero hay un punto que hay que tener en cuenta. Hace poco, en un café científico, Fernando Hisas, gerente de CONAE, dijo que una de las cosas más importantes del último tiempo es que el Estado había pasado de apoyar a la ciencia a apoyarse en la ciencia, y que ojalá eso no se perdiera. Esto implica tener una industria que requiere del conocimiento científico para crecer. ¿En cuál de los dos modelos estamos ahora? No me parece que estemos yendo hacia un modelo de país que requiera apoyarse en la ciencia.



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