Por Rubén Montenegro
Como suele ocurrir con la llegada de nuevos gobiernos, al poco tiempo surgen los reiterados anuncios, por parte de las flamantes autoridades, de “transformación” o “modernización” de las Fuerzas Armadas Argentinas. En realidad puede afirmarse que, desde 1983 al presente, poco y nada se ha avanzado seriamente en tal sentido. La mayoría de los proyectos quedaron a medio camino o se agotaron rápidamente, eso sí, siempre acompañados de innumerables planes, fugaces asignaciones o promesas presupuestarias, ampulosos documentos oficiales y altisonantes declamaciones políticas que solo servirían como antecedentes para el próximo intento.
Por otra parte cabe señalar que, en el caso de la Fuerza Aérea Argentina (FAA), aquellos esfuerzos tendientes a adecuar la institución y renovar o modernizar su equipamiento emprendidos por distintas conducciones institucionales casi siempre se extinguieron por carecer de respaldo político o de los recursos necesarios.
Para la FAA, este sinfín de tentativas inconclusas a través de más de veinticinco años fueron provocando, lentamente al principio, aceleradamente al final, la degradación integral en que hoy se encuentra sumida
Resulta vital entonces que quienes son responsables políticos de la situación de las FFAA, al presente, adviertan sin rodeos que la FAA lo que requiere no es una transformación, reestructuración o modernización, términos que parecieran sugerir la “evolución” o el “aggiornamento” de una organización que, por anticuada que fuera, se encuentra funcionando. Lo que necesita en forma perentoria es iniciar una “reconstrucción” sistémica que permita recuperar armónicamente todos sus componentes, al menos, al largo plazo y mediante sucesivas etapas.
Como paso inicial e imprescindible, para avanzar coherentemente en tal sentido, debiera definirse la demanda política sobre la institución, es decir, que es lo que se espera de ella en cuanto a la naturaleza del rol o misiones a desempeñar y la determinación de prioridades al respecto. A continuación una etapa de intercambio de ideas con la Fuerza en orden a establecer la factibilidad, en particular por las actuales condiciones de la institución y la disponibilidades presupuestarias existentes, de alcanzar progresivamente aptitudes acordes con la demandas y prioridades impuestas.
Lo expuesto debiera promover una planificación a largo plazo que contemple recuperar las distintas capacidades, tanto en los ámbitos del personal, de la logística como en las operativas, ordenadamente, con el indispensable apoyo político y asignaciones presupuestarias firmes a lo largo del proyecto. Un proceso de esta naturaleza, sin duda, contribuirá a esbozar el perfil de la FAA del futuro
Conclusiones
- Toda pretendida “transformación” o “modernización” de una organización que comienza por recortes de toda índole sin fijar a priori que se desea de ella, definitivamente conducirá al fracaso con la consecuente desazón de sus integrantes.
- La FAA requiere de la “reconstrucción” integral de sus componentes habida cuenta su estado actual de degradación, no existe otro camino si el objetivo es actuar coherentemente.
- La FAA debe “VOLVER A VOLAR”, al menos gradualmente. Una fuerza aérea que no vuela es una institución a la cual le han quitado la razón de su existencia y mucho peor si no está en condiciones de defender los intereses vitales de su país (artículo 2° de la ley de Defensa Nacional).
- Finalmente cabe preguntarse ¿Que utilidad puede tener para el país mantener una Fuerza Aérea sin objetivos claramente definidos, sin capacidad operativa y con cuadros de personal sin incentivos profesionales y sujetos a exiguos salarios? No solo ninguna sino que, además, producir un considerable erogación del tesoro nacional sin sentido alguno. Justamente decidir en ese orden es una obligación imprescindible de naturaleza política.
Acerca del autor
Rubén O. Montenegro es Brigadier General en retiro de la Fuerza Aérea Argentina y actualmente se desempeña como Presidente del Centro Aeronáutico de Estudios Estratégicos.
Nacido en Buenos Aires en 1942, Montenegro egresó de la Escuela de Aviación Militar, como Alférez, en diciembre de 1963 y como Aviador Militar a fines de 1964
A lo largo de su carrera, ocupó cargos de responsabilidad creciente tales como Jefe del Cuerpo de Cadetes de la Escuela de Aviación Militar, Subsecretario General de la FAA, Jefe de la Primera Brigada Aérea “El Palomar”, Director General de Personal, Secretario General de la FAA, Comandante de Operaciones Aéreas para ejercer, finalmente, la Jefatura del Estado Mayor General de la FAA entre los años 1996 y 1999.
En su condición de piloto aviador militar, acumuló más de 7.000 horas de vuelo tripulando aeronaves, particularmente de transporte (DC-3/C-47, DHC-6 Twin Otter, C-130 Hércules, SE-210 Caravelle, Fokker F-28 y Boeing 707) participando, además, en la campaña malvinense de 1982 realizando misiones de Exploración y Reconocimiento en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur como piloto de Boeing 707.