La Armada de la República Argentina (ARA), padece los años de escasa inversión y desgaste que la percepción de los últimos gobiernos tuvo sobre la defensa en general y la Marina en particular.
Al núcleo duro del programa alemán de los tempranos 80 no se han agregado nuevas unidades de combate y solo la excelencia del diseño y calidad de las fragatas MEKO 360 y las corbetas MEKO 140 le han permitido a la Flota de Mar retener una capacidad nominal. Lamentablemente, la ausencia de inversión ha implicado una progresiva obsolescencia técnica de estos buques, que gradualmente han ido perdiendo capacidades tácticas.
La dependencia del SSM Exocet MM38 de parte de las corbetas o la ausencia del modernización de sensores y sistemas de mando en las fragatas implica que esta fuerza sostenidamente ha visto complicado su futuro, llevando a incidentes como la prolongada permanencia de la corbeta Espora en Sudáfrica por fallos mecánicos o los daños a la fragata Heroína, que no pudieron ser reparados por problemas políticos y económicos.
La misma situación se extiende a la Fuerza de Submarinos, que ha visto muy ralentizado el proceso de puesta al día de sus TR1700 y 209, así como imposibilitada el terminar los cascos de TR 1700 que languidecen desde la década de los 80 en espera de ser botados. La Aviación Naval no es excepción, con sus aeronaves de exploración P-3B y los cazabombarderos Super Etendard están en permanente espera de recursos para sus revisiones y modernización, así como la siempre postergada adquisición de helicópteros navales de combate que provean más capacidad que los AS555 SN Fennec destinados a designación de blancos sobre el horizonte de MM40 de las MEKO 360.
En una escena así, accidentes como el sufrido por el rompehielos Irizar, cuyo incendio no ha podido ser reparado en ya casi una década, obligó a depender de contratistas extranjeros para el soporte de los intereses antárticos de la Argentina, dejando nítida la necesidad ya crítica de financiamiento y atención a la ARA. Algunas luces parecen aparecer, como la adquisición de 4 remolcadores de alta mar a Rusia o las expectativas que el nuevo Gobierno ha generado en términos de recuperar la disponibilidad operativa de medios de la ARA. Pero es claro que esta fuerza tendrá que desarrollar un proceso a mediano plazo para poder recuperar de forma completa los efectos de más de una década de negligencia y abandono. La fortuna radica en que muchos de sus cascos, si bien antiguos cronológicamente, se encuentran aún en condiciones razonables para poder ser modernizados y recuperados, no siendo critica la inversión masiva que otras armadas del Continente requieren.
Lo que se ha hecho evidente es que el Gobierno quiere poner orden en la campaña antártica. Macri ha expresado que esa zona forma parte vital de los puntos estratégicos de su política exterior y que deben destinarse los fondos necesarios para la obtención de sus objetivos. El esperado regreso del Irizar, que debe realizar una extensa campaña de pruebas de navegación en mar -pues es casi un buque nuevo tras las reformas, modificaciones y actualizaciones a las cuales fue sometido-, traerá algo de alivio, pero las necesidades operativas reales imponen la crítica solución de adquirir un buque polar carguero, con facilidades de hangar y capaz de atravesar campos de hielo, siguiendo la ruta que abre un rompehielos pesado, en este caso es el Irizar.
La inversión prevista en un trienio para la compra de un buque polar contemplada en el presupuesto enviado al Congreso es de 200 millones de USD, como provisión de otro rompehielos para complementar al Irizar. Recordemos que el país firmó primero un acuerdo con Ucrania, que parece que quedó en el sueño de los justos y luego rubricó un acuerdo para la producción en China, bajo proyecto del astillero fines Aker, de un rompehielos de importancia. Configurado con una clasificación Polar Class 4, fue denominado ARC 133 y tiene las características adecuadas para el trabajo antártico.
Otro proyecto que viene de lustros, es la incorporación de un buque de para transporte de tropas, vehículos, con capacidad para llevar y operar helicópteros y la proyección a costa de la Infantería de Marina. Obviamente, esto comprende el apoyo a la comunidad civil ante una catástrofe climática, terremoto, inundación, etc., con los adecuados sistemas de evacuación y atención a heridos. En varias oportunidades, la ARA perdió la oportunidad de conseguir su tan ansiado navío de asalto anfibio, ocasiones que fueron aprovechadas por Brasil y Chile para su obtención. Recientemente el astillero coreano Daewoo formalizó un acuerdo con el Astillero Río Santiago (ARS) para ofrecer una versión específica del LPD de la Clase Makassar, similar al que se construye en Perú en los astilleros SIMA para la Armada de esa nación. Más allá de las pretensiones de los oficiales navales, cuyo sueño siempre fue un navío similar a los provistos a la Armada española, la suma de 80 millones de dólares pretendida para este proyecto implica que no se puede esperar mucho si fuese una nueva construcción o, quizás, se trata de la llegada de algún buque usado
Por otra parte, con la búsqueda de un patrullero oceánico multipropósito OPV (Off-Shore Patrol Vessel) regresamos a otro antiguo proyecto que viene en boga desde hace más de una década. Durante años ha figurado en el presupuesto con cifras fuertes, pero jamás se concretó nada. Sabemos que originalmente se había elegido el diseño de Fassmer, para producir en forma conjunta con Chile. Mientras la nación vecina ya extiende su producción con notable éxito y tiene en servicio sus naves, Argentina, gracias a un escándalo de corrupción, frenó el proyecto. Sólo un puñado de arcaicos buques de la II Guerra Mundial y un trío de corbetas A-69, sostienen la vigilancia sobre la extensión marítima.
En el presupuesto enviado en 2016 al Congreso existe una partida equivalente a 450 millones de dólares para la provisión de OPV de características acordes a los requerimientos navales. Para tal fin, se han presentado ofertas de varios grupos industriales del exterior, interesados en el proyecto. La española Navantia hizo lo propio con sus BAM (Buque de Acción Marítima), un modelo que gusta en la fuerza naval argentina.
También la coreana Daewoo muestra sus diseños de patrulleros, mientras que la gala DCNS no solo entregó un proyecto, sino que trajo desde el Viejo Continente a un claro exponente de su tecnología, un navío de la Clase Gowing, que estuvo de gira por varios países de Latinoamérica para mostrar sus capacidades y virtudes. Obviamente, todos incluyen la participación autóctona, por medio de la construcción de algún buque en astilleros locales, más precisamente en CINAR, en la capital argentina. Existe una fuerte puja sobre este tema, puesto que hay clara necesidad objetiva y se explica que solo las pérdidas ocasionadas por la pesca ilegal de buques poteros extranjeros calculada por organismos científicos es mayor a los 1.000 millones de USD anuales, monto suficiente para justificar la construcción de estos OPV.
Según lo presentado en el Presupuesto de Defensa 2017 al Congreso para su aprobación, negativa o modificación es en el tema naval estas son las partidas barajadas:
Patrullero Oceánico Multiproposito: 7.200.000.000 Millones de pesos (450 millones de USD)
Buque Polar: 3.278.800.000 Millones de pesos (204 millones de USD)
Buque Multiproposito: 1.260.000.000 Millones de pesos (79 millones de USD)
Avión de Transporte Mediano/Patrulla Marítima: 3.363.967.000 millones de pesos (210 millones de USD)
La suma de los proyectos navales planeados inicialmente es equivalente a 864 millones de USD.