La Armada italiana ha celebrado un importante hito en la vida de su híbrido portaaviones LHD, el Cavour, tras una compleja revisión y modernización de 16 meses que permitirá al buque embarcar el F-35B de quinta generación, llevar a cabo complejas operaciones de combate, transportar marinos y prestar apoyo y asistencia humanitaria en un conjunto de plataforma única.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, el portaaviones surgió como la cúspide del prestigio naval y la proyección de poder. A diferencia de su predecesor (el acorazado), los portaaviones son en sí mismos actores relativamente benignos, ya que dependen en gran medida de sus alas aéreas de portaaviones y apoyan a las flotas de escolta de cruceros, destructores y submarinos para protegerlos de las acciones hostiles.
En los últimos años, las naciones de todo el Indopacífico han iniciado una serie de programas de expansión y modernización naval con portaaviones tradicionales, y los buques de guerra anfibios de gran cubierta sirven como núcleo de su respectivo cambio hacia una mayor proyección de poder marítimo.
F-35b de la Marina de Italia
El impulso de este cambio se debe a un período sin precedentes de asertividad china en el Mar de China Meridional y a las crecientes capacidades de la Armada del Ejército Popular de Liberación (PLAN), que ha visto a los chinos desplegar o prepararse para desplegar una serie de capacidades de proyección de poder, incluidos portaaviones y grupos de ataque de apoyo, aviones de combate de quinta generación, fuerzas terrestres modernizadas, fuerzas nucleares estratégicas y de denegación de acceso a la zona, combinadas con una creciente influencia política y financiera en toda la región.
El Japón ha seguido de cerca la modernización de las fuerzas armadas chinas y ha planteado preocupaciones sobre la capacidad de defensa de la nación.
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