Por José Converti
El proyecto suspendido sin razón (Reactor Nuclear compacto) sería una contribución sustancial al sistema de defensa de nuestros recursos marítimos.
El acuerdo militar tripartito entre Australia, el Reino Unido y Estados Unidos conocido como Aukus (del acrónimo en inglés de Australia, United Kingdom y United States), abre nuevamente la discusión sobre la factibilidad y la conveniencia de desarrollar en nuestro país la tecnología para la propulsión nuclear de submarinos.
Esta determinación provocó un gran enfado de Francia al verse arrebatado por Estados Unidos de un contrato de venta de submarinos por más de sesenta mil millones de dólares.
La decisión de Australia es comprensible dada la superioridad tecnológica de la oferta norteamericana. Los franceses ofrecían submarinos con un sistema de propulsión AIP (Air Independent Propulsion). Estos tienen una autonomía sólo un poco superior a la tradicional Diesel-Electrica con banco de baterías de plomo-ácido; pero con la desventaja que se trata de un sistema nuevo y poco experimentado.
Para un país oceánico como Australia, donde las distancias a recorrer hasta llegar a la zona de operación son muy grandes, la opción nuclear es muy superior a la ofrecida por Francia. La superioridad de la propulsión nuclear sobre la AIP, para países oceánicos (tales como Argentina) está muy bien analizada en un reciente artículo de Ricardo Burzaco, editor de la revista Defensa y Seguridad.
Si Australia no tomó esta opción anteriormente es por haber sido bloqueada por la Armada norteamericana (US Navy). Sólo recientemente, a la luz del conflicto geopolítico con China Continental, EEUU reevaluó la conveniencia de tener un aliado confiable cercano a la zona de conflicto.
Este hecho ha abierto un nuevo capítulo en la discusión sobre el submarino nuclear nacional. Ya en el tercer gobierno de Perón (1973-74) en pleno auge del desarrollo nuclear argentino, surgió la primer iniciativa para desarrollar un reactor nuclear adecuado para la propulsión de un submarino, en el proyecto denominado Carena. Esto cobró gran impulso luego de la Guerra de Malvinas y el hundimiento del crucero ARA General Belgrano por un submarino inglés de propulsión nuclear. El vicealmirante Carlos Castro Madero que presidió la CNEA entre 1976 y 1983 fue un gran impulsor de este proyecto.
No obstante, la tecnología adoptada para el reactor naval fue desacertada ya que se tomó como modelo el reactor que impulsaba una nave de superficie, el “Otto Hahn”, sin mayor trascendencia. La opción más adecuada hubiera sido un PWR (reactor de agua presurizado) que había brindado excelentes resultados en el Nautilus, primer submarino con propulsión nuclear desarrollado en EEUU en un lapso de cinco años (1950-1955).
Lamentablemente se persistió en esta opción aún al desistirse del proyecto original, en el gobierno de Alfonsín, camuflando dicho reactor con un ligero cambio en el nombre a Carem y presentándolo como un reactor “inherentemente seguro” para “pequeñas poblaciones aisladas” como lema de marketing. Sus impulsores creían sinceramente que dicho reactor, con pequeñas modificaciones sería adecuado para impulsar un submarino. Fue el contralmirante Domingo Giorsetti quien, a principios de la década de los 90, demostró que el reactor en desarrollo era inadecuado para la propulsión de un submarino.
No obstante el proyecto Carem continuó siendo justificado por sus supuestas bondades tecnológicas y constituir un baluarte de la “tecnología nacional” constituyéndose en el proyecto emblemático de la CNEA y llevando la parte mayoritaria de su presupuesto. Hoy día, después de 40 años, con problemas tecnológicos sin miras de ser resueltos y sin un estudio realista de posibles compradores si se lograra un prototipo en funcionamiento; sería hora de una evaluación seria sobre la conveniencia de continuar el proyecto.
Debemos tener en cuenta que la CNEA de hoy, es un sector minoritario del sector nuclear nacional. Cuando se produjo el desguace de la CNEA original durante el gobierno de Menem, la CNEA se redujo solo al sector de investigación y desarrollo.
El sector nuclear ha logrado importantes éxitos en las últimas décadas. Hace ya varios años se completó exitosamente la Central Nuclear Atucha II y la extensión de vida de la Central Nuclear Embalse. Invap se posicionó como el principal proveedor mundial de reactores de investigación. La CNEA sólo puede mostrar un proyecto inconcluso y seriamente cuestionado.
Entre los años 2011 y 2018 un grupo del CAB (Centro Atómico Bariloche) de la CNEA desarrolló la ingeniería conceptual de un reactor tipo PWR (Reactor Nuclear Compacto) adecuado para la propulsión de un submarino nuclear nacional. Este proyecto fue suspendido sin ninguna justificación a pesar de los excelentes resultados logrados.
Si se compara con el primer logro importante de la CNEA en 1958 que fue la construcción y puesta en funcionamiento del primer reactor nuclear en Latinoamérica (el RA-1) que se efectuó en un tiempo record de nueve meses, los 40 años del Carem nos tienen que hacer reflexionar.
O el plantel tecnológico actual es inferior al de la década del 50, o el proyecto tras el cual se han embarcado no ha sido una buena elección. Ninguno de los que han ocupado los puestos directivos de decisión tuvo el conocimiento y voluntad de cambiarlo.
En mi opinión, creo que continuar con el proyecto Carem no es una decisión adecuada de la cual habrá que ver cómo salir airosamente.
Sería más sensato direccionar los recursos y experiencia del Carem hacia el proyecto suspendido (Reactor Nuclear Compacto) del que aún no se ha justificado su suspensión. Este proyecto sería una contribución sustancial al sistema de defensa de nuestros recursos marítimos y territoriales, hoy en gran medida descuidados.
*El autor es PhD. Ingeniero. Profesor titular de Ingeniería del Instituto Balseiro
Fuente:https://www.losandes.com.ar
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