Política y Defensa exterior Una misión de la cartera de Julio Martínez viajará en mayo a Washington para buscar cooperación con el Pentágono
Natasha Niebieskikwiat
En paralelo a todo el esquema de acercamiento político y económico con los Estados Unidos, que tuvo su momento más alto con la visita en marzo de Barack Obama, el gobierno de Mauricio Macri ahora relanza las relaciones de la Defensa con el Pentágono, las que estaban paralizadas desde la segunda administración de Cristina Kirchner.
Después de una serie de encuentros bilaterales, algunos de los cuales no fueron difundidos, a mediados de mayo, viajará a Washington una delegación nacional a encontrarse con sus pares del Pentágono. En la Rosada y en el edificio del Libertador hablan de “retomar el diálogo estratégico”. Hasta el momento, si la entrevista entre el ministro Julio Martínez y el secretario de Defensa de Estados Unidos, Ashton Carter, no se produce en este viaje, la cabeza de la delegación argentina en el viaje a Washington será el secretario de Estrategia y Asuntos Militares, Angel Tello, número dos del ministerio.
Siguiendo la tradición castrense local, el gobierno de Macri se resiste a utilizar a las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico como buscan distintos sectores en Washington. Pero según supo Clarín de fuentes oficiales, busca un acercamiento en diversos aspectos que van desde la cooperación con las fuerzas estadounidenses en las misiones de paz, a la asistencia humanitaria, a los ejercicios militares combinados.
Hubo en estos cuatro meses del nuevo gobierno un extenso listado de visitas. Algunas no anunciadas, como la de Rebecca Chavez, subsecretaria adjunta de Defensa para Asuntos del Hemisferio Occidental. Y según informó la agencia de noticias Reuters, también vino la secretaria de Defensa, Deborah James, quien ofreció ayuda a varios de los socios latinoamericanos de EE.UU. -entre ellos Argentina- para la lucha contra el narco. Concretamente ofreció entrenamiento para la fuerza. Los estadounidenses ofrecen a los argentinos vehículos para las tres fuerzas, aviones de transporte y de entrenamiento.
Visible en cambio fue la visita de la subsecretaria del Departamento de Estado para el Control de Armas y la Seguridad Internacional, Rose Gottemoeller, y contó que Argentina y Estados Unidos podían tener un acercamiento para “mejorar las capacidades” de los materiales locales. Y en ese tren habló de la modernización de los aviones C-130 que tiene la Argentina, una flota limitada y antigua.
Y al igual que en el área de Seguridad -en la que Patricia Bullrich decidió el incremento de la presencia de la DEA y el FBI en el país-, en el ministerio de Defensa se retomarán los cursos de formación de las fuerzas locales con las estadounidenses. Además, Defensa buscará ayuda para el reequipamiento de las fuerzas, lo más difícil en función del escaso presupuesto que ha menguado con los años la capacidad militar argentina.
Otro de los problemas que pesan a la hora de pensar en compras militares en el exterior es un embargo que impuso el Parlamento británico en 2012 a las ventas de equipamiento militar de ese país a la Argentina. En una industria totalmente globalizada, es muy difícil para la Argentina esquivar la existencia del algún componente proveniente del Reino Unido en el material militar como ocurrió por ejemplo con los aviones suecos Gripen que vía Brasil se querían comprar
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