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lunes, 16 de mayo de 2016

Revelan el ‘secreto’ del caza furtivo F-35

El Comité para las Fuerzas Armadas del Senado de EEUU ha confirmado en un documento que el proyecto del caza F-35, de hecho, se dividió en tres diferentes aviones. La parte ‘Joint’ (conjunto, en español) del programa ‘Joint Strike Fighter’ no se hizo realidad.

Las aspiraciones para el F-35, el caza de quinta generación que podría desempeñar varios papeles en las diferentes ramas del Ejército, no se materializaron, informa National Interest.
"Los F-35 A, F-35B y F-35C son básicamente tres aeronaves distintas, cada una con tareas y requisitos claramente diferentes", reza la nota del Comité del Senado para las FFAA estadounidenses
La opinión del Senado coincide con las afirmaciones de varios militares norteamericanos, quienes denunciaron las importantes diferencias entre las versiones del F-35 para la Fuerza Aérea, el Cuerpo de Infantería de Marina y la Armada estadounidense. Pero es la primera vez que el Senado admite esta diferencia de manera oficial, según Dave Axe, el analista militar y autor del artículo.

El contratista principal para la creación del caza, la empresa Lockheed Martin, contempló inicialmente una aeronave universal con alto grado de unificación, lo que permitiría disminuir los costos de producción, de mantenimiento y de entrenamiento de los pilotos. Sin embargo, a lo largo de la evolución del caza, sus variantes tomaron direcciones muy distintas, señala Axe.

El caza multipropósito F-35A es el más ligero y maniobrable de los tres, así como el más "barato" con un precio de 150 millones de dólares por unidad.

La versión F-35B, más adaptada para el asalto, incluye un motor para el despliegue vertical, demandada por la Infantería de Marina. Esta modificación influyó muchísimo en el diseño, la complejidad y el costo del avión, que se produce por 250 millones de dólares cada uno

La tercera variante, el F-35C para la Armada de EEUU, es más bien un ‘sensor volador' con capacidades furtivas. Su diseño fue modificado para incluir unas alas más amplias para aterrizar en los portaviones. El costo es el mayor de los tres con 330 millones de dólares por pieza.

Al lanzar el programa de 400 mil millones de dólares en 2001, el Gobierno estadounidense confió el destino de los aviones para las tres ramas de las Fuerzas Armadas en las manos de un solo contratista, afirma el autor.

De reconocer en aquel entonces lo que admite el Senado ahora —que las tres fuerzas necesitan aviones diferentes—, EEUU hubiera tenido la opción de separar los proyectos, y repartirlos entre diferentes contratistas.

De esta manera, el actual ‘monopolio de los cazas' de Lockheed Martin se hubiera evitado, y la industria militar de EEUU hubiera gozado de más diversidad y competencia, concluye Axe.



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