El énfasis impuesto por Donald Trump en la postulación al frente de la CIA y de las principales agencias de inteligencia, de funcionarios de una dura impronta en materia de antiterrorismo y tensiones con China, no excluye a Latinoamérica, aunque no se trate de una prioridad. Es así que una misión compuesta por media docena de analistas de inteligencia desembarcó días atrás en Buenos Aires para sondear la opinión de las autoridades de las agencias locales en una serie de temas.
Luego de esta ronda, algunos de los visitantes dejaron trascender algunas conclusiones de sus charlas. Por ejemplo, la actitud de los servicios locales, de acuerdo a la línea que impone la Casa Rosada, fue calificada como colaborativa pero de “bajo nivel de compromiso”. O sea que los futuros funcionarios de la administración Trump para esta área aprecian que el macrismo es renuente a adoptar un nivel de compromiso demasiado activo. Por ejemplo, en Washington se preparan para acelerar la salida del poder de Nicolás Maduro y creen que los dos países que se mostrarán más activos en colaborar con este objetivo serán Colombia y Perú. De la cancillería local se esperan pocas definiciones en este sentido.
Otra incógnita que se plantearon los visitantes es qué hará el gobierno de Macri si el sucesor de Obama opta por plantear que los hermanos Castro han defraudado los compromisos que asumieron en cuanto a la apertura interna y el mayor respeto hacia los derechos humanos en Cuba. En este punto las líneas pueden cruzarse con la tarea marcadamente pacificadora de la Iglesia que lleva adelante el Secretario de Estado del Vaticano Pietro Parolin. En otras palabras, que siendo el Papa argentino hay dudas acerca de que la Casa Rosada apoye un endurecimiento con Cuba.
El síndrome de China
El tema sorpresa que surgió en una de estas reuniones fue la mención, por parte de uno de los analistas estadounidenses, de que estaría muy avanzado un acuerdo hasta ahora secreto del gobierno argentino con el chino para la construcción aquí de una central nuclear con tecnología de ese país. Lo que llamaría la atención sería que se trataría de tecnología obsoleta, por ejemplo en relación a la que produce la empresa nacional INVAP, que ya exportó un reactor a Australia. Al parecer, la supuesta central china vendría atada a una serie de compras de equipamiento chino que a todas luces se trataría de una imposición política en el marco de la colaboración financiera prestada por los orientales a la Argentina en los últimos tiempos.
En fin, como señaló uno de los visitantes del norte, “con Obama, cualquier gobierno latinoamericano podía tomar rumbos inciertos sin que le hicieran preguntas molestas. Con Trump todo esto será muy distinto”.
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