Por Nadia Luna
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Agencia TSS – Hace algunos años, Daniel Sequeiros fundó FXDrones, una empresa cordobesa especializada en el desarrollo de drones y la provisión de servicios relacionados. Uno de los artefactos producidos por la firma de Sequeiros fue un modelo de seis hélices –hexacóptero–, pensado para el monitoreo y control de plagas, con el objetivo adicional de controlar la proliferación del mosquito Aedes aegypti (el vector del dengue) en lugares de difícil acceso.
Sin embargo, un ingeniero agrónomo le hizo notar a Sequeiros que este hexacóptero –las seis hélices le otorgan mayor potencia al equipo para que pueda cargar un equipo de pulverización– también podía ser útil en cultivos intensivos, como viñedos y árboles frutales, ya que, si bien su cobertura es limitada debido a su tamaño y capacidad de carga, el dron permite una fumigación de alta precisión, a diferencia de métodos tradicionales como aviones pulverizadores y tractores mosquito. Esto presenta dos grandes ventajas: evita la dispersión del insecticida y reduce el riesgo para la salud y el medioambiente. También se traduce en un beneficio económico para los productores, que pueden utilizar menos agroquímicos.
Sequeiros presentó la idea y el prototipo en el Centro de Innovación Tecnológica, Empresarial y Social (CITES), la incubadora que el Grupo Sancor Seguros tiene en Sunchales (Santa Fe) y actualmente se encuentra allí para conformar una empresa de base tecnológica (EBT) llamada BioDrone, junto con la bióloga Luciana Bollati. BioDrone apunta a ser un sistema integral para el monitoreo y control de plagas automatizado. La detección de los insectos se realiza mediante sensores trampa colocados en campo, que enviarán la información a un software supervisado por un técnico que da la orden a los drones para que fumiguen solo donde se haya detectado la presencia de insectos.
“El dron que estamos desarrollando tiene mayor capacidad de carga y más autonomía que los drones estándar. Queremos que se impulse con un motor a combustión interna, es decir, que en vez de utilizar baterías se propulse a nafta”, destaca Sequeiros en diálogo con TSS. Esta característica hace al sistema más práctico y económico porque, a la hora de fumigar numerosas hectáreas, se necesitan reemplazar constantemente las baterías, que tienen un costo elevado.
“El dron que estamos desarrollando tiene mayor capacidad de carga y más autonomía que los drones estándar”, dice Sequeiros.
Entre las mejoras que incorpora en la fumigación, el dron expulsa un flujo de aire descendente que mueve la hoja y permite que el agroquímico ingrese mejor. Además, vuela a una altura muy baja, que se puede controlar a partir de radares que detectan la altura de la planta y permiten que la volatilidad del agroquímico sea mínima, a diferencia de un avión que fumiga desde varios metros de altura o un tractor mosquito que arroja agroquímicos a toda la plantación.
“El objetivo es disminuir los costos para los productores y minimizar el daño ambiental que causan las fumigaciones”, indica Sequeiros. Bollati agrega: “También reduce los daños a la salud en los casos en que la fumigación se hace con mochila y el operador está expuesto al agroquímico”.
Es una trampa
El dron forma parte de una plataforma integral de monitoreo y control de plagas que se complementa con los sensores trampa desarrollados por la rafaelina Bollati, becaria doctoral del CONICET en el CITES. “Se atrae a los insectos mediante la liberación de feromonas, se los contabiliza, identifica y se dispara la alarma”, detalla la bióloga, quien actualmente está trabajando en el sistema de identificación de los insectos.
Una base de datos recibe y almacena la información para enviarla a un servidor central que procesa y analiza si es necesario aplicar el insecticida. En este punto, entran en acción los drones, que fumigarán las zonas en que se activaron las trampas, en vez de pulverizar indiscriminadamente el campo.
Daniel Sequeiros y Luciana Bollati se unieron para crear una empresa de base tecnológica bautizada BioDrone, incubada en el CITES.
Ante la proliferación de una plaga, es usual que puedan pasar varios días hasta que el productor contrate un servicio de fumigación. En cambio, según Bollati, con BioDrone la aplicación es “prácticamente inmediata, porque la alarma se activa, la información se procesa rápidamente y, como mucho, al día siguiente se envía al dron a fumigar”. Y agrega:“Nuestro objetivo final es que el sistema sea autónomo: que los drones se activen cuando el insecto ingrese a la trampa”.
Sequeiros señala que, actualmente, debido a la reglamentación vigente para el uso de drones, los dispositivos no pueden moverse de forma autónoma. De todos modos, el sistema tendrá la capacidad de hacerlo pese a que, hasta que exista un cambio en la normativa, los drones entrarán en acción bajo la supervisión de un técnico.
Durante este año, los fundadores de BioDrone realizarán ensayos para validar el sistema en frutales de manzana y pera en Río Negro y en viñedos mendocinos. Para el año que viene planean probar el sistema en cultivos extensivos como soja y maíz. “Estamos trabajando en el sistema de identificación de los sensores y en el desarrollo de un algoritmo que detecte con precisión qué zonas hay que fumigar según las trampas que se activen. También queremos optimizar el consumo energético de las trampas a partir de la utilización de paneles solares para la recarga de las baterías”, concluye Bollati.
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