Pilca, paredón y después
A ojos de los EEUU INVAP tiene que pagar un pecado original: nació para darle a la Argentina la capacidad de enriquecimiento de uranio. Eso se logró entre 1981 y 1982, y se hizo público en 1983, un año y meses tras la derrota de Malvinas. Por menos que eso, en 2003 EEUU y el Reino Unido invadieron Irak.
INVAP nació en 1974 dentro de la CNEA como Gerencia de Física Aplicada, pero 2 años más tarde se volvió INVAP Sociedad del Estado o SE, formalmente independiente de la CNEA. Eso se hizo para acelerar los tiempos de decisiones tecnologicas, de compras, de contratación y de obra, que en la institución madre son geológicos.
Y los dos primeros trabajos serios de INVAP sucedieron durante la administración del contralmirante Carlos Castro Madero. Fueron respectivamente el dominio de la metalurgia del circonio, que en pocos años hizo que la CNEA se volviera 100% independiente de sus proveedores alemanes y canadienses en materia de combustible de centrales. Eso no gustó mucho en EEUU, pero dentro de todo era perdonable.
No fue público ni perdonable el segundo trabajo de INVAP: el diseño, construcción y puesta en marcha de la Planta Experimental de Enriquecimiento de Uranio en Pilcaniyeu. La instalación está oculta a plena vista en la amplia desolación de una quebrada a 16 km. de esa población, entonces de 400 habitantes. “Pilca” viene a ser la estación inmediatamente anterior a Bariloche (60 km antes) en la línea del viejo ferrocarril General Roca. Su virtud era ser un lugar de la estepa rionegrina con más ovejas que personas, y donde jamás había pintado un periodista o un diplomático.
“Pilca” se hizo secretamente para poner a salvo al Programa Nuclear de posibles boicots de uranio enriquecido. Sufrimos uno tras la exportación de dos reactores a Perú, y bastó. Nos lo aplicó en 1978 el presidente estadounidense Jimmy Carter, a la sazón ex reactorista nuclear de la US Navy, por invadir “el patio trasero” sudaca de los EEUU, y sin pedir permiso.
Pilca es, por ende, más una vacuna antiboicot que una instalación industrial. La tecnología (difusión gaseosa) es deliberadamente atrasada y las instalaciones, chicas “ex profeso”. Una simple fotografía satelital de Pilca es un doble mensaje al que la mira con ojos entendidos: “Los argentinos no tienen ni remotamente capacidad de enriquecimiento de uranio a grado militar (90%), pero si los seguimos jodiendo, van a tener que modernizar la tecnología y ampliar la planta”.
La vacuna nos salvó de todo boicot ulterior. “Fue como mano de santo”, al decir español. Desde que INVAP construyó Pilca, nadie ha vuelto a negarnos uranio enriquecido a grado reactor (19,7%) o grado central (entre el 1,8 y el 5%). Ésta fue la explicación necesaria (pero no suficiente) del éxito de INVAP, hoy el más prestigioso vendedor mundial de pequeños reactores multipropósito. El resto de la explicación es mucha creatividad tecnológica, y una capacidad de supervivencia asombrosa, a costos personales que asustan.
La contradicción, por ahora irresoluble, es que si la muchachada del State Department no nos hubiera echado un boicot, probablemente no habríamos intentado siquiera enriquecer uranio. Y por hacerlo, el State Department emitió una “fatwah” contra INVAP, que sigue vigente desde 1983 pese a que en EEUU ya pasaron muchos presidentes. De modo que INVAP seguírá viva pero lidiando con interferencias de todo tipo.
Queda claro que sin Pilca INVAP jamás podría haber exportado más reactores, luego de los de Perú. EEUU se habría encargado de que el cliente no recibiera uranio enriquecido de parte de ningún proveedor. En este negocio, el que vende un caballo tiene que garantizar el pasto.
No es imposible que alguna vez debamos tomar decisiones como lo hizo Brasil, y construir otra planta, en otro lado, con tecnología más moderna y ahorrativa en electricidad, para poder llegar a muy poco combustible enriquecido “grado reactor” (19,7%) o mucho combustible “grado central” (3,4%). Si queremos salir de vender reactores, el equivalente de mitras papales y ofrecer centrales nucleares compactas como el CAREM, probablemente haya que mandar una señal. Una construcción es una señal.
Todo esto implica chirridos diplomáticos, operaciones de prensa, aprietes y vaya a saber qué cosas más. Pero desde la construcción del OPAL hemos subido a una cornisa muy alta, con falta de espacio para retroceder. En 2018 INVAP ganó por segunda vez la construcción de otro reactor de reemplazo, el del PALLAS en Petten, Holanda. Es el segundo mayor del mundo en potencia y producción.
Una parte creciente de los argentinos parece remisa a tirar por la borda casi 70 años de investigación, desarrollo y esfuerzo industrial en el área atómica, de modo que la opción de cierre de “Pilca” no existe, por conflictiva. Sí existe la de abandono, practicada con éxito por Alfonsín, Menem 1.0 y 2.0, la Alianza y el gobierno del ingeniero Mauricio Macri. Desde los tiempos fundacionales del contralmirante Carlos Castro Madero, la última y única vez que en Pilca se volvió a invertir plata fue durante el segundo gobierno de CFK.
Fuera de esto, desde que Alfonsín, advertido por Castro Madero, anunció al mundo la existencia de Pilca, los destinos tecnológicos de la Argentina han pasado por este lugar ventoso, polvoriento y desolado, que sólo sale en las noticias cholulas cuando Máxima Zorreguieta, la reina de Holanda, visita la vieja estancia familiar con su rey Guillermo y sus tres hijas. Parece mentira pensar que el Mercosur nació aquí en 1987.
Lo hizo cuando Alfonsín invitó al presidente brasileño José Sarney a venir a inspeccionar Pilca con comitiva de expertos y sin restricciones. Tras la posterior contrainvitación brasileña para que Alfonsín visitara Aramar, surgió la idea de una agencia de control recíproco de inventario de materiales nucleares, la ABBAC. Sólo cuando la Argentina y Brasil abandonaron su desconfiada rivalidad nuclear, empezaron a comerciar en serio en manufacturas y materias primas.
Este sitio está cargado de historia reciente, con sus sombras y sus luces. Pero las luces son deslumbrantes, y se prendieron aquella noche del 4 de junio de 2000, cuando Juan Pablo Ordóñez colgado del teléfono a las 3 de la mañana, hora argentina, lo despertó desde las antípodas el gerente de tecnología de ANSTO, Ross Miller, para decirle que INVAP, increíblemente, había ganado. El “sí” de Claudia Schiffer, en la metáfora de Cacho Otheguy.
El futuro estaba por empezar. Nadie dijo que sería fácil.
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