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jueves, 11 de agosto de 2022

La guerra de Ucrania es una oportunidad para presionar a Rusia


Disparo del TOS-1 ruso. Crédito de la imagen: Creative Commons.

Desde el comienzo de la guerra en Ucrania a finales de febrero, la conversación política en Washington y las capitales europeas ha girado en torno a la mejor manera en que Occidente puede poner fin a la agresión de Vladimir Putin

Las respuestas, hasta ahora, han sido la ayuda económica y militar a Kiev, las sanciones económicas contra Rusia y una recapitalización de la OTAN. Esas soluciones, sin embargo, son meramente tácticas, porque se centran en la guerra actual de Rusia y no en sus mayores ambiciones estratégicas.

Para emprender y mantener su bárbara invasión de Ucrania, el presidente ruso ha tenido que concentrar la política exterior y el poderío militar de su gobierno casi por completo en el frente ucraniano. Como resultado, Putin ha trasladado miles de tropas y activos rusos estacionados en todo el mundo, fuera de las áreas tradicionales de influencia en lugares como el Cáucaso, así como de los nuevos campos de batalla en África. Incluso en Asia Central, el patio trasero geopolítico de Rusia, los regímenes regionales están buscando una salida a la espiral descendente de Moscú.

Esta tendencia, combinada con las pérdidas masivas en Ucrania, ha disminuido en gran medida la capacidad de Putin para proyectar poder duro o promover el poder blando. Sin embargo, Estados Unidos y sus socios aún no han aprovechado estas limitaciones para hacer retroceder la influencia rusa a nivel mundial.

Un lugar lógico para empezar es Siria, que sirvió en muchos sentidos como preludio de la guerra en Ucrania, y donde Rusia se ha convertido en un facilitador clave del régimen del dictador sirio Bashar al-Assad. La ayuda militar de Moscú a Damasco le ha reportado enormes dividendos, como el establecimiento de una presencia naval a largo plazo y la creación de una amplia zona de influencia. Sin embargo, cada vez más, Rusia ya no tiene la influencia militar o económica para ayudar a Assad, o para ayudar a Damasco a mantener el control de facto de centros urbanos como Tal Rifaat y Manbij.

Un aliado natural en este sentido es Turquía. Turquía ha aprovechado cualquier oportunidad para socavar a Rusia, oponiéndose a las políticas del Kremlin en Azerbaiyán, Libia y, en múltiples ocasiones, en Ucrania, la más reciente con un acuerdo sobre cereales que cambió el juego. En el proceso, Ankara ha demostrado que es un socio dispuesto a colaborar con Occidente, especialmente cuando sale beneficiado. Y Turquía tiene un claro deseo de ampliar su esfera de influencia en Siria, un esfuerzo que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan ha presentado como una prioridad antiterrorista. Dar luz verde a Ankara para hacerlo proporcionaría a Washington una forma de bajo coste de hacer retroceder la influencia rusa en el Levante.

Mientras tanto, en África, en colaboración con sus socios europeos y Turquía -el principal patrocinador del gobierno de Trípoli respaldado por la ONU-, Estados Unidos puede actuar para facilitar las transferencias de gas desde Libia a Europa. Una maniobra de este tipo socavaría los esfuerzos de Rusia por ocupar y bloquear campos petrolíferos estratégicos en el país, que ya han empezado a perjudicar a Europa.

En Asia Central, todos los indicios apuntan a que Rusia está perdiendo su control sobre la región, tanto desde el punto de vista económico como moral. Las sanciones impuestas a Moscú la están convirtiendo en un socio menos atractivo, mientras que la incompetencia militar de Rusia y sus ambiciones paneslavas han llevado a los gobiernos locales a cuestionar sus antiguos vínculos con el Kremlin. China se está apresurando a cubrir el vacío resultante, pero la puerta está abierta para que Estados Unidos también lo haga, especialmente cuando países como Kazajstán y Uzbekistán miran cada vez más a Occidente en busca de asesoramiento socioeconómico, liderazgo y reforma democrática.

Por último, en los Balcanes, las renovadas tensiones han puesto de manifiesto una dimensión olvidada de la presencia rusa en Europa. La reciente comparación de Putin entre la legitimidad de Crimea y la independencia de Kosovo ha sentado mal a muchos en Serbia, y ha dado a Estados Unidos y a la UE la oportunidad de dejar claro a Belgrado que ha llegado el momento de romper con Moscú. Al mismo tiempo, los esfuerzos de Rusia por facultar a Milorad Dodik, el líder de la presidencia serbia de Bosnia, para que se separe del país han socavado cada vez más la integridad nacional. Pero los planes de Dodik se han visto reducidos por la campaña rusa en Ucrania, lo que ha dado a Occidente la oportunidad de preparar una transición política sin problemas.

A medida que se alarga el verano, Rusia se enfrenta, en el mejor de los casos, a un estancamiento militar en Ucrania. Pero mientras este campo de batalla se vislumbra grande, Washington no debe permitirse perder de vista el panorama general, ya que se le presenta la oportunidad de golpear a Rusia donde le duele. Si es que está preparado para hacerlo.

Fuente:https://www.19fortyfive.com

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