Bombas guiadas por GPS, por láser y misiles AGM-114 Hellfire. Son los tres tipos de armas que EEUU y sus aliados emplean contra el ISIS. Su suministro está en mínimos
Si uno está cocinando y se queda sin sal se la puede pedir al vecino. Si uno está bombardeando a un enemigo y se queda sin bombas que lanzar, la solución viene a ser la misma. Las exigencias de la guerra moderna y las especiales condiciones de los ataques contra el ISIS o Daesh imponen el uso de armamento inteligente, que EEUU y sus aliados están empleando con generosidad en Irak y Siria. Pero en buena parte del mundo, especialmente en Europa, la crisis ha recortado las inversiones militares, y las bombas inteligentes son caras. El resultado es una escasez de munición que está cubriendo EEUU con sus propias reservas.
En términos puramente prácticos, lo malo de bombardear al enemigo es que se gastan bombas. Y si las armas se lanzan más deprisa de lo que se fabrican y adquieren, los polvorines se vacían y acaba por quedarse uno sin nada que lanzar. En los más de 9.000 ataques que ha hecho la fuerza aérea estadounidense (USAF) ha lanzado más de 40.000 bombas sobre blancos del Daesh desde diciembre de 2014. Para colmo, las inadecuadas reservas de armamento inteligente de algunos de sus aliados europeos está forzando a la USAF a ‘prestar’ municiones a sus socios. Como consecuencia el Pentágono ha solicitado 1.800 millones de dólares extra para adquirir 45.000 nuevas armas de esta clase, y los fabricantes de este tipo de armamento están acelerando el ritmo de sus cadenas de montaje para dar abasto.
Las 40.000 municiones que EEUU ha utilizado hasta ahora en los ataques le han costado $1.500 millones, una media $37.500 por arma empleada
Desde el inicio de la campaña de ataques aéreos aliados contra el Daesh en Irak y Siria se han llevado a cabo más de 87.000 salidas, de los cuales el ejército del aire estadounidense ha realizado más de la mitad. Del total de más de 11.000 bombardeos más del 67% los han hecho sus aviones, sobre todo bombarderos B-1 (40% de las bombas lanzadas) y cazabombarderos F-16 (en numero de ataques, 30% de salidas) y F-15Es, aunque también se han usado aviones sin piloto como los MQ-9 Reaper.
Otros participantes son Francia, con sus cazabombarderos Rafale y Super Etendard, Bélgica, que ha desplazado F-16s al igual que Holanda, el Reino Unido con sus Tornado y sus propios Reaper, Canadá y sus CF-18, además de países como Marruecos, Jordania, Qatar, Arabia Saudí, Bahrein, la UEA o Turquía. Otros aliados, como España y Alemania, han contribuido con apoyo militar de diversos tipos pero sin participar directamente en los bombardeos. Y aún otros países, como Irán o Rusia, han llevado a cabo sus propias intervenciones con sus correspondientes objetivos y armamento.
37.500 dólares por bomba
37.500 dólares por bomba
La inmensa mayoría de los ataques occidentales se han llevado a cabo con proyectiles guiados de diversos tipos, pero sobre todo empleando tres clases de munición del tipo denominado ‘inteligente’: bombas guiadas por GPS de la familia JDAM, bombas guiadas por láser de la familia Paveway y misiles AGM-114 Hellfire.
También se han empleado otro tipo de armas como bombas ‘tontas’ de tipo convencional, las nuevas SDBs lanzadas desde el F-22 o misiles de crucero del tipo Tomahawk, pero con mucha diferencia las armas inteligentes son las más usadas. Esto aumenta los daños causados al objetivo y minimiza las bajas colaterales, lo que se considera una verdadera revolución en el uso de bombarderos que está en pleno desarrollo desde al menos la invasión de Irak que derrocó a Sadam Hussein. Las armas inteligentes ahorran ataques y bombas, ya que el primero basta, y se supone que reducen las bajas (enemigas y accidentales). A cambio, cuestan mucho dinero.
Los grandes números no mienten: las 40.000 municiones que EEUU ha utilizado hasta ahora en los ataques le han costado 1.500 millones de dólares según las cifras oficiales, lo que supone de media 37.500 dólares por arma empleada. Un dineral, sobre todo si tenemos en cuenta que las estimaciones oficiales cifran en unos 32.000 el número de miembros del Daesh. En la estimación de este coste no se tienen en cuenta otros factores, como pueda ser el coste por hora de vuelo de los aviones empleados para lanzarlos en mantenimiento y combustible, sino únicamente el precio de las municiones. Lo cual quizá pueda explicar por qué buena parte de los aliados de EEUU en la campaña han vaciado sus arsenales y se han quedado sin sus escasas reservas de este tipo de armas, como ya ocurriera hace 5 años en la campaña de Libia. La solución está siendo la misma: hacer una gorra a los estadounidenses.
El Pentágono ha reconocido que está prestando armas a los aliados para sus ataques sacadas de sus propios arsenales. La razón es que muchos países disponen de una muy escasa reserva de este tipo de armamento inteligente, reserva que han agotado ya: los recortes han dejado las santabárbaras de muchos países europeos más bien ligeras. EEUU presta ayuda a cambio de no muy claras promesas de compensación y a pesar de que ellos mismos han solicitado fondos extra para reponer sus reservas. De hecho el ritmo de uso está siendo tan alto que los fabricantes también han actuado: la empresa Lockheed, que construye las bombas guiadas por láser Paveway y de los misiles Hellfire, ha aumentado su capacidad de fabricación de 500 a 650 misiles al mes para los Hellfire y ha cuadruplicado la fabricación de bombas Paveway. Los tiempos son buenos para los fabricantes de armas.
Siguiendo a un láser o al GPS
Las ventajas militares de las armas inteligentes son claras ya que al aumentar mucho la probabilidad de impacto reducen el número de ataques y municiones necesarias para asegurar las destrucción de un blanco, lo cual además reduce los llamados daños colaterales. Dos son los tipos de armas inteligentes que se están empleando sobre todo en Siria e Irak, y se diferencias por el sistema de guiado. Por un lado están los proyectiles guiados por láser como los misiles Hellfire y las bombas Paveway, que necesitan de un sistema de puntería que ‘ilumine’ el blanco hasta que lo alcanzan. Y por otro las armas guiadas por GPS y guía inercial como la familia JDAM, que se dirigen a unas coordenadas con independencia de factores como polvo, humo o meteorología de día o de noche.
El misil AGM-114 Hellfire alcanza una velocidad de 1,3 Mach y tiene un alcance entre 0,5 y 8 km; es el arma preferida de los drones MQ-9 Reaper
El AGM-114 Hellfire es un misil diseñado como arma antitanque para helicópteros como el AH-64 Apache, pero que en sus diferentes variantes se ha adaptado a múltiples tipos de blancos y a ser lanzado desde toda clase de vehículos, incluyendo aviones no tripulados. La mayoría de sus subtipos emplean un sistema de guía láser semiactivo y llevan o bien una cabeza de combate antitanque de carga hueca o una carga contra personal y fortificaciones de tipo termobárico, ambas de entre 8 y 10 kilos de alto explosivo.
El misil AGM-114 Hellfire. (Foto: MilitaryToday)
El guiado láser semiactivo es el mismo principio que usa la familia de bombas inteligente Paveway, diseñada originalmente durante la Guerra de Vietnam y que tiene numerosas variantes y adaptaciones. La principal diferencia de las Paveway es que carecen de motor; se trata de bombas que son lanzadas por un avión a cierta distancia del objetivo (14 a 20 km) que maniobran mediante unas aletas de control para llegar hasta el blanco iluminado por un designador láser. El sistema Paveway consiste en un kit que se monta sobre varios tipos de bombas ‘tontas’ del arsenal estadounidense por lo que su alcance efectivo y su potencia varían según el arma complementada. Su poder explosivo puede oscilar entre los 227 kg (500 lb) de las Mk-82, los 454 kg (1000 lb) de las Mk-83 y los 909 kg (2000 lb) de las Mk-84, pero también pueden equiparse con ojivas de penetración especiales para atacar búnkeres y posiciones protegidas. Los kit Paveway son fabricados por las empresas Lockheed y Raytheon.
Todas las armas con guía láser tienen los mismos problemas: aunque pueden ser muy precisas al depender de un designador es necesario que el aparato siga en las proximidades del blanco hasta el impacto, y son vulnerables a obstáculos como polvo, humo, lluvia o nubes. Para resolverlo se diseñó la familia de bombas inteligentes JDAM, que al depender exclusivamente de la posición GPS del blanco y de un sistema de guía inercial son invulnerables a cualquier interferencia atmósférica. Esto las convierte en armas todo tiempo y además del tipo ‘fire and forget’ (dispara y olvídate) que una vez lanzadas no necesitan seguimiento, permitiendo al bombardero salir del área. Su alcance máximo ronda los 28 km.
Todas las armas con guía láser tienen los mismos problemas: son vulnerables a obstáculos como polvo, humo, lluvia o nubes
Las JDAM son kits similares a los Paveway que se montan sobre bombas de propósito general del arsenal EE UU como las Mk-82, 83 y 84. El coste ronda los 25.000 dólares por kit en los últimos pedidos y el fabricante es Boeing. Existen kits mixtos que aúnan las capacidades de guía inercial y GPS de las JDAM con un buscador láser semiactivo para permitir su uso contra blancos móviles. De localizar la posición GPS del blanco y enviar la información al arma antes del lanzamiento se encargan ‘pods’ designadores a bordo del avión lanzador, que puede ser prácticamente cualquiera del arsenal EE UU incluyendo a los B-2, B-52, B-1, F-22, F-15, F-16, F-35 y aviones aliados como los Tornado o Eurofighter; otros países como Francia tienen sus propias variantes.
Se supone que pese a su elevado coste individual este tipo de armamento inteligente acaba ahorrando dinero a la larga, al permitir alcanzar los objetivos con menos costosos ataques. Además su especificidad se supone que reduce los daños colaterales al concentrar los bombardeos sobre los blancos militares.
Esto, por otro lado, reduce el coste político de los ataques y aumenta la tentación de usar medios militares. Por todo ello es seguro que esta clase de armas se seguirá usando cada vez más en el futuro, y por tanto los países más avanzados tendrán que contar con ello a la hora de planificar sus arsenales. De lo contrario acabará por pasarles lo que ocurre ahora a más de una fuerza aérea: que tengan que andar pidiendo préstamos por haber acabado con sus reservas en una campaña relativamente breve y poco intensa.
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