Militares colaborado en la entrega de comida en Quilmes, provincia de Buenos Aires (Reuters)
Una reciente encuesta producto de la pandemia en curso y que ubicó terceras a las FFAA en la ponderación pública pareció alarmar a la clase política. No está claro si la alarma se encendió por los números de aprobación o si en realidad fue porque una encuestadora seria había roto el pacto de lo ¨políticamente correcto/conveniente¨ y había visibilizado una realidad que se oculta: hace muchos años que las FFAA recuperaron su prestigio social y, a pesar de los continuos ataques de un minúsculo grupo ideologizado, están totalmente reconciliadas con la gran mayoría de la ciudadanía.
Esta inmensa mayoría ha demostrado tener mayor conciencia de defensa nacional que nuestra clase dirigente de los últimos veinte años. Ya encuestas realizadas a propósito de la tragedia del ARA San Juan dieron cuenta del elevado porcentaje de argentinos que pedía el urgente reequipamiento de las FFAA. Haciendo oídos sordos a esta urgente necesidad, se las ha sometido a un ahogo presupuestario sin precedentes en el mundo, invocando siempre otras urgencias, que ya no puede esconder que las verdaderas razones son de orden político-ideológicas, en línea con el minúsculo grupo antes mencionado que, 50 años más tarde, sigue ¨combatiendo¨ contra otras generaciones de las FFAA, unas de las más democráticas del continente, desde hace mucho tiempo.
Esa inconsciencia de defensa nacional ha colocado al país en una situación en que no tiene capacidad de disuadir amenazas y, si se concretarán, de enfrentarlas exitosa/eficazmente. Sus FFAA no pueden hoy ser el brazo armado de su política exterior. Ellas reciben desde hace dos décadas un presupuesto promedio del 0,8% del PBI, esto es, menos del 1% que los EEUU le impuso a Japón como castigo luego de derrotarlo en la Segunda Guerra Mundial. Desde el 2018 están aún por debajo de ese promedio, en el mínimo de toda su historia. La desinversión en defensa, estimada por expertos, es de 50 mil millones de dólares en los últimos 35 años. Esa falta de conciencia de defensa nacional parece desconocer que Argentina no estará en una eterna zona de paz y que el mundo será cada vez más complejo, intolerante e inseguro, por la superpoblación, la contaminación, la escasez de recursos naturales y la creciente desigualdad social. El fiscal Di Lello lo advirtió con crudeza en su informe ¨El Problema de la Defensa Nacional¨ de septiembre del 2018. Esa desaprensión por la defensa nacional explica que aún no se haya sancionado una ley de reservas profesionales, a pesar de que se ordenó en la incumplida Ley de Reestructuración de las FFAA del año 1998 y de que se terminó un proyecto de Ley en 2018 en el Ministerio de Defensa que nunca llegó al Congreso.
El Diccionario de la RAE define a la conciencia ¨como el conocimiento exacto y reflexivo de las cosas¨, por consiguiente, la conciencia de defensa no sería más que informar acerca de la Argentina que debemos defender constitucional y legalmente (dimensiones/recursos naturales extraordinarios), así como de conocer los riesgos/amenazas y los medios existentes para garantizar nuestra defensa. Tener esta conciencia es un mandato, ya que el Artículo 6 de la Ley 23.554/88 expresa que ¨la Defensa Nacional constituye un derecho y un deber para todos los argentinos¨ y el Artículo 9 menciona a todos los integrantes del Sistema de Defensa, que incluye a dos de los tres poderes del Estado y al pueblo de la Nación.
Lamentablemente, esa inconsciencia de defensa nacional impide que hoy las FFAA, mal adiestradas, equipadas y remuneradas desde hace años, puedan contribuir a paliar esta pandemia de una manera óptima, tanto cualitativa como cuantitativamente.
No obstante, y a pesar de su deterioro, con mucho orgullo y una enorme vocación de servicio, están brindando un gran apoyo ante esta amenaza al bienestar de sus conciudadanos. Apoyo que además permite derribar algunos mitos que también se ¨enarbolan¨ desde hace décadas, para justificar un interminable achicamiento. Analicemos:
Mito 1: por tratarse la región de una zona de paz, se pueden reducir drásticamente las FFAA o eliminarlas.
Cabe preguntarse si con mínimas/eliminadas FFAA, los otros países de la región y/o alguna potencia mundial nos estaría auxiliando en esta pandemia. Ningún país serio/soberano del mundo delega/terceriza la defensa de sus intereses en terceros. Ni siquiera la Unión Europea, el mayor ejemplo de integración regional, lo ha hecho.
Mito 2: reducidas FFAA desde una posición central bien equipadas pueden defender todo el país.
En este caso algunas preguntas pertinentes serían:
¿Cuánto costaría el equipamiento, entrenamiento y la adaptación a los diferentes ambientes geográficos y climas (monte, alta, media y baja montaña, puna, meseta patagónica y llanura) en todas las épocas de año, para suplir la ¨no presencia¨ permanente de Fuerzas?
¿En qué tiempo se las trasladaría con la pobre infraestructura del país?
¿Hay algún ejemplo mundial?
Pensemos que hoy las FFAA pueden brindar un apoyo simultáneo y cercano en todo el país, gracias a sus 14 Comandos de Zona de Emergencia, que van desde Salta/Jujuy a Tierra del Fuego y de Misiones a Chubut, cubriendo todas las provincias argentinas y con tres comandos en CABA y en Buenos Aires, la región más poblada.
Mito 3: las FFAA están sobredimensionadas
Cabe preguntarse:
¿Los 80.000 efectivos son tantos para los 10,5 millones de km2 de la superficie terrestre y marítima que por mandato constitucional se debe defender, sumando donde ejercemos soberanía (41% de ese total), donde pretendemos tenerla (Antártida-36%) y lo que está usurpado por el RUGB (23%)? ¿Son tantos para enfrentar los riesgos y amenazas del futuro? ¿O en realidad están sobredimensionadas, si consideramos por ejemplo los 90.000 mil de la Policía de la Provincia de Buenos Aires o los 25.000 de las FFAA de Uruguay, que tiene el 6% de la superficie argentina
Reducidos efectivos con la necesidad de rotar cada 14 días para entrar en cuarentena, ¿hubiesen podido repatriar conciudadanos, trasladar personas varadas y muestras de testeo, hacer patrullajes aéreos para apoyar a las fuerzas de seguridad, preparar y repartir hasta la fecha más de 4 millones de platos alimenticios calientes y 800 mil bolsones de alimentos, confeccionar barbijos y producir alcohol en gel, preparar hospitales de campaña para derivar pacientes leves y operar dos hospitales reubicables, apoyar a las campañas de vacunación, empeñar a más de 60.000 efectivos (promedio de 1.000 por día), hasta ahora, solamente en una de sus tareas en tiempos de paz y además seguir cumpliendo con su labor en misiones de la ONU, en la Antártida, patrullando el mar y apoyando a las fuerzas de seguridad en la fronteras y en el aire? Debe incluso tenerse particularmente en cuenta que se debió convocar para esta emergencia nuevamente a prestar servicio a una gran cantidad de especialistas, que se encontraban en situación de retiro efectivo.
La reflexión final es simple: cuánto más las FFAA podrían estar ayudando a enfrentar el COVID-19 en particular y defender los intereses de la Nación en general, si dispusieran del equipamiento moderno en cantidad y calidad, que tienen los principales países de la región. Cuánto más podrían estar apoyando al Estado si tuvieran de la posibilidad de convocar a reservistas profesionales y si los dejaran incorporar a más soldados voluntarios. Cuánto más podrían estar sirviendo a sus compatriotas, si la clase política de todos los signos apartara prejuicios y con conciencia de defensa nacional, hiciera realmente posible que las FFAA pudieran, sin las penurias actuales, ¨proveer a la defensa común¨, como indica el Preámbulo Constitucional.
El autor es ex director nacional de Planeamiento y Estrategia del Ministerio de Defensa
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