A fines del año 2017, tras la pérdida del Submarino Clase TR-1700 ARA “San Juan”, la Fuerza de Submarinos de la Armada de la República Argentina (ARA) quedó integrada por su gemelo ARA “Santa Cruz” y el ARA “Salta” de la Clase 209, ambos fuera de servicio.
Por lo expuesto, en los más de 80 años desde que se creó el Arma Submarina, por primera vez en su historia la Argentina carece de al menos un submarino operativo, señal clara del nivel de desinversión y desinterés de la dirigencia política por la Defensa Nacional.
En todo país que se precie de serio, la renovación de los medios de sus Fuerzas Armadas -en este caso submarinos- se realiza con la debida antelación, ya que exige llevar a cabo un exhaustivo proceso de planificación, definición y evaluación de requerimientos técnicos (tecnología, dimensiones, etc.), operacionales (velocidad, autonomía, tasa de indiscreción, etc.) y condiciones comerciales (costo, financiación, offsets contractuales, etc.).
Sin embargo, el Ministerio de Defensa (MINDEF) no sólo no hizo la planificación pertinente para modernizar o sustituir los submarinos en línea con el avance tecnológico, sino que ni siquiera fue capaz de gestionar -con previsión- el adecuado uso y mantenimiento de estas unidades tácticas capaces de generar efectos militares estratégicos. La improvisación de las últimas gestiones del MINDEF obligó a la Armada a establecer convenios para adiestrar un reducido grupo de sus Oficiales y Suboficiales en submarinos de Marinas amigas, como la del Perú, Alemania y Brasil, para mantener su habilitación.
¿Necesitamos submarinos?
Solo basta mirar el mapa de la República Argentina para tomar conciencia de que se trata del octavo país más grande del mundo, con una superficie de casi 2,8 millones de Km2 en el continente Americano y casi un millón más de Km2 en el continente Antártico.
El enorme litoral marítimo argentino, con sus casi 5.000 Km de costas sobre el Océano Atlántico, una Plataforma Continental de casi 6,5 millones de Km2 que la convierte en una de las más grandes y ricas del mundo en materia de biodiversidad y presencia de minerales, petróleo y gas, exigen que el país disponga de buques de superficie, submarinos, aeronaves, radares y satélites para controlar nuestras aguas jurisdiccionales.
Asimismo, más del 90% del intercambio comercial argentino se realiza por vía marítima y a ello se suman los más de mil millones de dólares anuales que genera la industria pesquera legal (se estima que se pierden cientos de millones de dólares por pesca ilegal). A esto se suma la obligación que asumió la Argentina ante la Organización Marítima Internacional (OMI) como país ribereño con responsabilidad de preservar el ambiente marino y salvaguardar la vida humana en casi 14,7 millones de Km2 del Atlántico Sur.
Finalmente, durante el conflicto bélico de 1982 los submarinos demostraron su gran valor como unidades tácticas capaces de generar efectos estratégicos. Por el lado británico, el HMS “Conqueror” hundió al Crucero ARA “General Manuel Belgrano” el 2 de mayo y, tras ese ataque, los buques de superficie argentinos se replegaron a aguas poco profundas, afectando drásticamente el abastecimiento logístico de las tropas propias en las islas.
Respecto al accionar en combate de los submarinos argentinos, el ARA «Santa Fe» participó en la recuperación de las Islas Malvinas cumpliendo tareas previas y encubiertas de inteligencia y reconocimiento, además de infiltrar buzos tácticos para marcar la playa en la cual el 2 de abril desembarcaron las tropas que reinstauraron la soberanía argentina en esos archipiélagos tras 149 años de infructuosos reclamos diplomáticos ante Inglaterra.
Luego que los ingleses establecieran una zona de exclusión, a mediados de abril, el ARA “Santa Fe” burló el bloqueo inglés para llevar a las Islas Georgias un grupo de Infantes de Marina con su armamento y provisiones. Cuando zarpaba de Gritvyken con rumbo a Mar del Plata fue atacado por helicópteros británicos y debió ser inutilizado por su tripulación, cumpliendo el legado del Almirante Brown de “irse a pique antes que rendir el pabellón”.
Por su parte, uno de los nuevos submarinos Clase 209, el ARA “San Luis” operó en Malvinas entre mediados de abril y de mayo de 1982, realizando durante su patrulla de guerra, diversos ataques a buques y submarinos ingleses en al menos tres oportunidades.
Pese a no hundir ningún buque enemigo por problemas entre la computadora de control tiro y los torpedos, el ARA “San Luis” sorteó en reiteradas oportunidades el bloqueo antisubmarino de la flota británica, provocando un alto desgaste logístico de los buques y aeronaves enemigas dedicadas a detectar y destruir al submarino argentino, ya que éste representaba un riesgo inaceptable para Inglaterra si hundía alguno de sus portaaviones.
Por lo expuesto, no caben dudas que urge la necesidad de volver a tener submarinos operativos para que la Armada y el país en su conjunto, dispongan de esta capacidad estratégica, la cual no sólo es útil en tiempos de guerra sino también durante la paz, dado que son unidades tácticas especialmente idóneas para realizar misiones encubiertas de inteligencia y reconocimiento, sabotaje, infiltración y exfiltración de tropas especiales, ataque a buques de superficie y submarinos enemigos, minado naval, control del tráfico marítimo y de la pesca ilegal en la Zona Económica Exclusiva, etc.ç
Un plan a corto y largo plazo
En lo inmediato se debería realizar las tareas de mantenimiento y renovación de baterías y otros componentes que requieren tanto el submarino ARA “Salta” -hoy limitado a navegar sólo en superficie- como el ARA “Santa Cruz”, que años atrás ingresó al Astillero TANDANOR para cambiar sus baterías y otros equipos esenciales.
De los casi 20 millones de dólares previstos en 2015 para reparar el ARA “Santa Cruz” ya se invirtió más de un tercio. Sin embargo, los vaivenes de la conducción política del MINDEF paralizaron las obras y los funcionarios actuales dudan si conviene completar su reparación, la cual demandaría unos 15 millones de dólares y un plazo de 12 a 18 meses.
Sería lógico completar los trabajos previstos hace casi un lustro en el ARA “Santa Cruz”, ya que se trata de un tipo de submarino conocido por los marinos argentinos, que no requeriría mayor esfuerzo en lo que hace a instrucción y adiestramiento de las tripulaciones ya que están familiarizados con su tecnología, performance de navegación en superficie y en inmersión, procedimientos y funcionamiento de sus equipos y sistemas.
Por su parte, en el caso de los submarinos Clase 209, la Armada Argentina podría recuperar en un año al ARA “Salta” y en dos años al ARA “San Luis”. Ambos requieren renovar sus baterías y, en el caso del segundo, también es preciso reparar ciertas partes del casco resistente que sufrieron los efectos de la corrosión por pérdidas de ácido de sus baterías, además de cambiar los motores diesel/eléctrico, válvulas, sensores, etc.
En concreto, invirtiendo aproximadamente 20 millones de dólares en el ARA “Salta” y U$S 60 millones en el ARA “San Luis”, ambos submarinos podrían volver al servicio operativo en 2021 y 2022, respectivamente, con algunas mejoras mínimas en lo que hace a modernizar sus sensores (radar, sonar, periscopio, etc.) y ciertos subsistemas auxiliares.
Comprar una nueva clase de submarinos implica inversiones de varios cientos de millones de dólares (entre 300 y 500 millones según el modelo) y plazos de cinco a diez años desde la firma del contrato hasta que se reciban las nuevas unidades y -en el mientras tanto- las tripulaciones de Oficiales y Suboficiales deben seguir adiestrándose, por lo cual una eventual compra debería ir de la mano con una opción de alquiler o leasing de una unidad del modelo elegido que tenga tripulaciones mixtas (de Argentina y de la Armada del país proveedor) a fin de lograr la indispensable familiarización de los submarinistas argentinos con los nuevos equipos y sistemas, su operación y mejor aprovechamiento.
Asimismo, resulta conveniente destacar que la Argentina dispone de un Astillero especialmente diseñado para construir submarinos y que es propietaria de los planos y licencia para fabricar unidades TR-1700, por lo cual una opción interesante sería conformar una alianza con el astillero alemán a fin de que contar con su asistencia tecnológica e industrial para recuperar totalmente la capacidad nacional de construir submarinos, máxime teniendo en cuenta que dentro del Astillero “Almirante Storni” ex Domec Garcia se encuentra un TR-1700 sin terminar, con un estado de avance de obras del 70%.
Completar la construcción de este tercer “TR”, llamado ARA “Santa Fe”, costaría unos 200 millones de dólares (casi un tercio del valor de un submarino nuevo equivalente) y estaría terminado en menos de la mitad del tiempo que implicaría construir otro de cero.
Conclusiones
Actualmente la Argentina se ha convertido en el único país del mundo que, teniendo una Fuerza de Submarinos en la estructura orgánica de su Armada, carece de al menos una unidad operativa para adiestrar a sus submarinistas.
Los submarinos son unidades navales tácticas capaces de generar efectos militares estratégicos porque contribuyen decisivamente a negar el mar a eventuales enemigos, además de ser un factor disuasivo para la defensa de los intereses vitales de la Nación.
El desempeño de los submarinos argentinos en la Guerra de Malvinas no sólo fue vital para su recuperación sino también para enfrentar a la Marina británica y limitar el accionar de la tercera potencia militar mundial, demostrando su valor disuasivo y estratégico.
Tras el ataque del 2 de mayo al Crucero ARA “General Belgrano”, hundido por el submarino inglés HMS “Conqueror” y en el cual fallecieron 323 de sus 1.093 tripulantes, todas las unidades de superficie de la Armada Argentina se replegaron y sólo los submarinos ARA “Santa Fe” y ARA “San Luis” siguieron operando y desafiando a la Armada británica. ¿Qué hubiera pasado si hundían uno o ambos portaaviones ingleses?
Es innegable la necesidad de incorporar nuevos Submarinos a la Armada para recuperar una capacidad militar única y sumamente válida para naciones con amplios litorales marítimos como el de la República Argentina.
Su capacidad de operar sigilosamente en inmersión y de no requerir reabastecimiento de combustible ni víveres durante períodos prolongados (30 a 90 días) demuestra su valor cualitativo en combate, por lo cual, teniendo en cuenta la extensión del Mar Argentino y las características operativas de los submarinos convencionales, la Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina debería disponer de seis unidades convencionales de características oceánicas como los TR-1700 o los más modernos de las Clases "U 214 u U-212" de Alemania o “Scorpene” desarrollada por Francia y España.
La Nación Argentina requiere que la dirigencia política deje de lado la desidia e indiferencia para tomar en serio la Política de Defensa, ejerciendo una conducción civil de los asuntos militares con responsabilidad y visión de largo plazo.
La sanción de la Ley de creación del Fondo Nacional para la Defensa (FONDEF) es una señal muy positiva y su reglamentación servirá para apalancar el desarrollo tecnológico e industrial para reequipar a las Fuerzas Armadas.
Asimismo, más del 90% del intercambio comercial argentino se realiza por vía marítima y a ello se suman los más de mil millones de dólares anuales que genera la industria pesquera legal (se estima que se pierden cientos de millones de dólares por pesca ilegal). A esto se suma la obligación que asumió la Argentina ante la Organización Marítima Internacional (OMI) como país ribereño con responsabilidad de preservar el ambiente marino y salvaguardar la vida humana en casi 14,7 millones de Km2 del Atlántico Sur.
Finalmente, durante el conflicto bélico de 1982 los submarinos demostraron su gran valor como unidades tácticas capaces de generar efectos estratégicos. Por el lado británico, el HMS “Conqueror” hundió al Crucero ARA “General Manuel Belgrano” el 2 de mayo y, tras ese ataque, los buques de superficie argentinos se replegaron a aguas poco profundas, afectando drásticamente el abastecimiento logístico de las tropas propias en las islas.
Respecto al accionar en combate de los submarinos argentinos, el ARA «Santa Fe» participó en la recuperación de las Islas Malvinas cumpliendo tareas previas y encubiertas de inteligencia y reconocimiento, además de infiltrar buzos tácticos para marcar la playa en la cual el 2 de abril desembarcaron las tropas que reinstauraron la soberanía argentina en esos archipiélagos tras 149 años de infructuosos reclamos diplomáticos ante Inglaterra.
Luego que los ingleses establecieran una zona de exclusión, a mediados de abril, el ARA “Santa Fe” burló el bloqueo inglés para llevar a las Islas Georgias un grupo de Infantes de Marina con su armamento y provisiones. Cuando zarpaba de Gritvyken con rumbo a Mar del Plata fue atacado por helicópteros británicos y debió ser inutilizado por su tripulación, cumpliendo el legado del Almirante Brown de “irse a pique antes que rendir el pabellón”.
Por su parte, uno de los nuevos submarinos Clase 209, el ARA “San Luis” operó en Malvinas entre mediados de abril y de mayo de 1982, realizando durante su patrulla de guerra, diversos ataques a buques y submarinos ingleses en al menos tres oportunidades.
Pese a no hundir ningún buque enemigo por problemas entre la computadora de control tiro y los torpedos, el ARA “San Luis” sorteó en reiteradas oportunidades el bloqueo antisubmarino de la flota británica, provocando un alto desgaste logístico de los buques y aeronaves enemigas dedicadas a detectar y destruir al submarino argentino, ya que éste representaba un riesgo inaceptable para Inglaterra si hundía alguno de sus portaaviones.
Por lo expuesto, no caben dudas que urge la necesidad de volver a tener submarinos operativos para que la Armada y el país en su conjunto, dispongan de esta capacidad estratégica, la cual no sólo es útil en tiempos de guerra sino también durante la paz, dado que son unidades tácticas especialmente idóneas para realizar misiones encubiertas de inteligencia y reconocimiento, sabotaje, infiltración y exfiltración de tropas especiales, ataque a buques de superficie y submarinos enemigos, minado naval, control del tráfico marítimo y de la pesca ilegal en la Zona Económica Exclusiva, etc.ç
Un plan a corto y largo plazo
En lo inmediato se debería realizar las tareas de mantenimiento y renovación de baterías y otros componentes que requieren tanto el submarino ARA “Salta” -hoy limitado a navegar sólo en superficie- como el ARA “Santa Cruz”, que años atrás ingresó al Astillero TANDANOR para cambiar sus baterías y otros equipos esenciales.
De los casi 20 millones de dólares previstos en 2015 para reparar el ARA “Santa Cruz” ya se invirtió más de un tercio. Sin embargo, los vaivenes de la conducción política del MINDEF paralizaron las obras y los funcionarios actuales dudan si conviene completar su reparación, la cual demandaría unos 15 millones de dólares y un plazo de 12 a 18 meses.
Sería lógico completar los trabajos previstos hace casi un lustro en el ARA “Santa Cruz”, ya que se trata de un tipo de submarino conocido por los marinos argentinos, que no requeriría mayor esfuerzo en lo que hace a instrucción y adiestramiento de las tripulaciones ya que están familiarizados con su tecnología, performance de navegación en superficie y en inmersión, procedimientos y funcionamiento de sus equipos y sistemas.
Por su parte, en el caso de los submarinos Clase 209, la Armada Argentina podría recuperar en un año al ARA “Salta” y en dos años al ARA “San Luis”. Ambos requieren renovar sus baterías y, en el caso del segundo, también es preciso reparar ciertas partes del casco resistente que sufrieron los efectos de la corrosión por pérdidas de ácido de sus baterías, además de cambiar los motores diesel/eléctrico, válvulas, sensores, etc.
En concreto, invirtiendo aproximadamente 20 millones de dólares en el ARA “Salta” y U$S 60 millones en el ARA “San Luis”, ambos submarinos podrían volver al servicio operativo en 2021 y 2022, respectivamente, con algunas mejoras mínimas en lo que hace a modernizar sus sensores (radar, sonar, periscopio, etc.) y ciertos subsistemas auxiliares.
Comprar una nueva clase de submarinos implica inversiones de varios cientos de millones de dólares (entre 300 y 500 millones según el modelo) y plazos de cinco a diez años desde la firma del contrato hasta que se reciban las nuevas unidades y -en el mientras tanto- las tripulaciones de Oficiales y Suboficiales deben seguir adiestrándose, por lo cual una eventual compra debería ir de la mano con una opción de alquiler o leasing de una unidad del modelo elegido que tenga tripulaciones mixtas (de Argentina y de la Armada del país proveedor) a fin de lograr la indispensable familiarización de los submarinistas argentinos con los nuevos equipos y sistemas, su operación y mejor aprovechamiento.
Asimismo, resulta conveniente destacar que la Argentina dispone de un Astillero especialmente diseñado para construir submarinos y que es propietaria de los planos y licencia para fabricar unidades TR-1700, por lo cual una opción interesante sería conformar una alianza con el astillero alemán a fin de que contar con su asistencia tecnológica e industrial para recuperar totalmente la capacidad nacional de construir submarinos, máxime teniendo en cuenta que dentro del Astillero “Almirante Storni” ex Domec Garcia se encuentra un TR-1700 sin terminar, con un estado de avance de obras del 70%.
Completar la construcción de este tercer “TR”, llamado ARA “Santa Fe”, costaría unos 200 millones de dólares (casi un tercio del valor de un submarino nuevo equivalente) y estaría terminado en menos de la mitad del tiempo que implicaría construir otro de cero.
Conclusiones
Actualmente la Argentina se ha convertido en el único país del mundo que, teniendo una Fuerza de Submarinos en la estructura orgánica de su Armada, carece de al menos una unidad operativa para adiestrar a sus submarinistas.
Los submarinos son unidades navales tácticas capaces de generar efectos militares estratégicos porque contribuyen decisivamente a negar el mar a eventuales enemigos, además de ser un factor disuasivo para la defensa de los intereses vitales de la Nación.
Submarino Clase U-214 también como posible análisis para los futuros submarinos para la armada argentina
Tras el ataque del 2 de mayo al Crucero ARA “General Belgrano”, hundido por el submarino inglés HMS “Conqueror” y en el cual fallecieron 323 de sus 1.093 tripulantes, todas las unidades de superficie de la Armada Argentina se replegaron y sólo los submarinos ARA “Santa Fe” y ARA “San Luis” siguieron operando y desafiando a la Armada británica. ¿Qué hubiera pasado si hundían uno o ambos portaaviones ingleses?
Es innegable la necesidad de incorporar nuevos Submarinos a la Armada para recuperar una capacidad militar única y sumamente válida para naciones con amplios litorales marítimos como el de la República Argentina.
Su capacidad de operar sigilosamente en inmersión y de no requerir reabastecimiento de combustible ni víveres durante períodos prolongados (30 a 90 días) demuestra su valor cualitativo en combate, por lo cual, teniendo en cuenta la extensión del Mar Argentino y las características operativas de los submarinos convencionales, la Fuerza de Submarinos de la Armada Argentina debería disponer de seis unidades convencionales de características oceánicas como los TR-1700 o los más modernos de las Clases "U 214 u U-212" de Alemania o “Scorpene” desarrollada por Francia y España.
La sanción de la Ley de creación del Fondo Nacional para la Defensa (FONDEF) es una señal muy positiva y su reglamentación servirá para apalancar el desarrollo tecnológico e industrial para reequipar a las Fuerzas Armadas.
Submarino clase Scorpene otra alternativa para la armada argentina
En ese marco, retomar las reparaciones y la construcción de submarinos en el país sería una excelente forma de recuperar las capacidades militares, tecnológicas e industriales que fortalecerían la Defensa Argentina.
Los 44 héroes del Submarino “San Juan” merecen que se los honre con una Fuerza de Submarinos equipada y adiestrada para defender los intereses vitales de la Nación.
Fuente:https://www.elsnorkel.com
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