En una segunda parte de la entrevista Jorge Arosa presidente del Complejo Industrial Naval Argentino (Cinar), que comprende al astillero Almirante Storni y los Talleres Navales Dársena Norte (Tandanor), desgrana la situación en la que se encontró la empresa cuando aterrizó en ella tras la llegada al Gobierno de Mauricio Macri en diciembre de 2015, analiza los logros y errores de los últimos años y lo relativo a la reparación del emblemático rompehielos ARA Almirante Irízar.
Contaba que llegar a Cinar fue como “ponerse una mochila”. ¿En qué sentido?
Como toda industria que fue marginada durante muchos años, los procesos se vuelven turbios, todo el mundo quiere sacar ventaja de las cosas y la empresa, por diversas causas, algunas justificables y otras no, estaba completamente desmadrada. Justificado, por ejemplo, es que el contrato del rompehielos Irízar no le permitió a Tandanor redeterminar precios, con lo cual seguimos comprando cosas para el Irízar en el exterior a un dólar de 16 y la Armada nos lo paga a cinco pesos. Hemos perdido en ese negocio en los últimos tres años del orden de los 680 millones de pesos (42 millones de dólares). Eso genera que no puedas invertir en la compra de nuevas máquinas y herramientas ni hacer el mantenimiento correctivo de la planta, que la gente deje de tener una capacitación adecuada...
¿Qué problemas de mercado tenía la empresa cuando se puso al frente de ella?
El problema del astillero es que no cumplían los contratos. Todavía no hemos podido recuperar el mercado de Brasil. El último buque tanque de Petrobras estuvo casi dos meses, cuando tenía para repararse en 25 días. He viajado en repetidas ocasiones a Brasil para mostrarles los números. Cuando llegamos nosotros, no creían que tuviéramos una gestión más eficiente y después con las paritarias (negociaciones salariales) de 2016 y 2017 y el dólar quieto, perdimos competitividad. Salir al mercado extranjero hoy, sobre todo al brasileño, se complejizó bastante. Ahora hicimos un muy importante esfuerzo en la última licitación para traer dos barcos de Petrobras en julio y agosto de este año, pero todavía no nos contestaron si la ganamos o no.
¿Cómo han sido sus últimos resultados?
En 2016 hemos perdido 400 millones de pesos (25 millones de dólares) menos que en 2015. Estamos en el orden de los 300 millones de pérdida (18 millones de dólares). El deseo es llegar al superávit a finales de 2018 y debería ser así.
¿Redujeron plantilla?
Tenemos 548 personas en plantilla y cuando llegamos eran 649. Además, entraban unos 700 contratistas diariamente al astillero y ahora son unos 115 y cuando se vaya el Irízar no van a entrar más de 50.
¿Han regularizado la deuda con el Fisco argentino?
Con la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) teníamos 300 millones de pesos cuando llegamos. Si bien hemos colocado la gran deuda, sobre todo impositiva, en planes, esos planes tienen una duración de 96 meses y pagamos una fortuna por mes. La vamos disminuyendo, pero entre el capital y los intereses es pesada, aunque el Ministerio nos respalda en la ejecución para poderla pagar.
Y en cuanto a la capacitación de la mano de obra y el cumplimiento de los contratos, ¿qué había y que hay ahora?
Tandanor es la mejor mano de obra de todo el Atlántico Sur, lo dice el mercado. Y los armadores cuando vienen a construir o a reparar buscan el precio adecuado; la mejor mano de obra, que la teníamos cuando llegamos; y el cumplimiento de los contratos, que no lo teníamos y que desde hace seis meses ya es casi del 100%.Tenemos todo nuestro astillero en blanco, con todos los certificados. Hemos recuperado un poco el prestigio que habíamos perdido, básicamente, por no cumplir.
El Irízar se había convertido en un problema serio, ¿no hubiera sido mejor abandonar el proyecto?
Es un proyecto estratégico nacional y yo no opino de las decisiones estratégicas de los antecesores ni de los que las toman ahora porque hay que tener mucho cuidado qué fue lo que entró en juego en ese momento. Pero sí rescato un montón de cosas: se hizo en Argentina, la mano de obra se formó, y finalmente el costo global de la reparación es mucho menor a haber hecho uno nuevo o haberlo reparado en el extranjero. Los tiempos en los cuales se hizo no son óptimos pero tampoco pésimos. Con el Irízar, además, adquirimos una capacidad que no teníamos en el astillero: la de habitabilidad. Hicimos todos los muebles, cielos rasos, mamparos... Y eso también se vuelca en la capacidad de hacer nuevos trabajos.
¿No fue un error de la anterior gestión?
Es feo hablar de la gestión anterior. Respeto que a pesar del contrato que tenían, a pesar de un Gobierno muy desordenado, lo que se hizo en el Irízar se hizo bien, y no es poca cosa. Tandanor tampoco había tenido obras de esa envergadura, así que me saco el sombrero.
¿Que salga a navegar ayudará a quitarle un lastre a la empresa?
Sin duda. Estoy convencido de que un país como la Argentina, en el traste del mundo, rodeado de agua por todos lados, y que todo su comercio exterior depende de las vías marítimas, debe tener un astillero constructor como queremos que sea el Storni para que seamos el traccionador de la industria naval. Tenemos cientos de personas del mundo que han venido a visitar las instalaciones y no pueden creer lo que hay. Debemos tener los números claros y los procesos bien encaminados para que cuando venga la plata, concretarlos en barcos sea mucho más fácil.
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