Al final de la Segunda Guerra Mundial, las potencias aliadas se disputaban a los pilotos alemanes para sacar ventaja de la superioridad que el derrotado Tercer Reich había alcanzado en la aeronáutica. Argentina logró captar a algunos de los más notorios, que marcaron una de las páginas más importantes de la historia de la aviación latinoamericana.
A pesar de su derrota, al final de la guerra el Tercer Reich contaba con una ventaja en la carrera tecnológica. Los alemanes habían desarrollado una potente maquinaria militar sustentada en una importante apuesta por la investigación científica. Las aeronaves alemanas eran revolucionarias en velocidad y aerodinámica, por lo que el conocimiento generado resultaba un botín preciado para los servicios secretos de los países vencedores de la guerra.
"[Los hombres que habían trabajado en las fábricas militares alemanas] eran trasladados a Inglaterra y sometidos a extensos interrogatorios para posteriormente ofrecerles trabajo en sus respectivos países", destaca en un artículo Ricardo Burzaco, historiador argentino especializado en Seguridad y Defensa.
Los pilotos y científicos alemanes fueron a parar a EEUU, la URSS, Francia y el Reino Unido, pero también a Argentina. Allí, el presidente Juan Domingo Perón se propuso poner fin a la dependencia de su país, que había mantenido la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial. Por ello sufrió un importante aislamiento con la suspensión de vuelos comerciales a Europa, y con sus buques mercantes bajo riesgo de ser hundidos por naves enemigas, indica Burzaco en su artículo, titulado 'Los científicos alemanes y Perón', publicado en el número 334 de la revista 'Todo es Historia'.
IA-33 Pulqui II Museo Nacional de Aeronáutica
En 1945, como ministro de Guerra, Perón creó una Fuerza Aérea Argentina independiente del Ejército. La nueva arma fue equipada con naves de última generación. "Había más aviones que pilotos con la capacidad de tripularlos", por lo cual ex oficiales de la Luftwaffe llegaron a Argentina para dotar de nuevos recursos propios a la naciente rama de la Defensa.
Adolf Galland
El grupo estaba encabezado por Adolf Galland, "jefe de toda el Arma de Caza de su país" durante la Guerra. En 1948, el general de la aviación del Tercer Reich llegó a Argentina, cuyo idioma no le planteaba dificultades: había prestado servicio en la Legión Cóndor durante la Guerra Civil Española. La acogida no fue mala, a juzgar por lo que relató en sus memorias, publicadas en Buenos Aires en 1955.
Allí se me ofrecía la posibilidad de reanudar mi vida como aviador, bloqueada sin esperanzas por el infortunado fin del conflicto, al servicio de un país amigo que nos recibía sin prejuicios y con los brazos abiertos", expresaba Galland en el volumen.
El entonces presidente argentino (1946-1955) reservó "un capítulo muy especial para el desarrollo aeronáutico en el Primer Plan Quinquenal de Gobierno". Este impulso se vio reflejado en la creación de un Instituto Aerotécnico, que tenía entre sus cometidos contratar especialistas extranjeros.
Kurt Tank
Kurt Tank, un experimentado piloto de pruebas que estuvo a cargo de una de las fábricas de aviones más famosas de Alemania —Focke Wulf— llegó desde Dinamarca junto a dos colaboradores, munidos de pasaportes argentinos emitidos con identidades falsas. "Ninguno de los tres 'argentinos' hablaba una palabra en español, pero pudieron arribar a Buenos Aires en el otoño de 1947 con una valija cargada de microfilms", relata Burzaco
El alemán diseñó algunos de los aviones de caza más notorios que utilizaba su país, como el FW-190 y el FW-200. Al llegar a tierras patagónicas, Tank elaboró un informe para Perón con los elementos que consideraba necesarios desarrollar: "un caza de reacción, un entrenador primario, un avión de reconocimiento y un bombardero para la Fuerza Aérea".
Aunque Perón "consideraba que el proyecto podía ser faraónico", finalmente aceptó el informe de Tank. Además, aseguró al expiloto nazi y sus colaboradores "igualdad de trabajo sin discriminaciones de ningún tipo".
El equipo del ex jefe de la Focke Wulf se vio nutrido de otros ingenieros, diseñadores y especialistas en aeronáutica que trabajaron en las fábricas más importantes de aviones y motores de Alemania, entre ellos Otto Behrens, exdirector del Centro de Ensayos de la Luftwaffe. El contingente de alemanes que trabajaba con Tank en la Fábrica Militar de Aviones en la provincia de Córdoba llegó a tener unas 60 personas.
IA-33 Pulqui II muestra Tecnópolis (2012)
El proyecto más importante fue el IA-33 Pulqui II, "un caza a reacción con alas en flecha que colocó a la Argentina en una vanguardia tecnológica que entonces sólo poseían los EEUU, la URSS y Suecia, aventajando a países como Inglaterra y Francia", subraya Burzaco.
El desarrollo del Pulqui II comenzó en 1948 con la construcción de un planeador al que luego se le incorporaron las turbinas. El prototipo "estuvo en condiciones de volar a mediados de junio de 1950".
En febrero de 1951 se realizó la presentación oficial del Pulqui II ante una multitud en el Aeroparque de Buenos Aires. A modo de broma, narra Burzaco, Tank llamó a Perón desde Córdoba y le dijo que aterrizaría el caza antes de que llegara el auto presidencial a la terminal aérea. Mientras que el mandatario debía recorrer una decena de kilómetros desde su residencia, el Pulqui II debía volar unos 600 kilómetros desde Córdoba.
"Perón aceptó el reto, pero no contó que su trayecto en automóvil se iba a ver entorpecido por el tránsito del público que se dirigía al Aeroparque Metropolitano, para ver en acción a esta ilusión argentina. ¡Tank cumplió su palabra!", relata el historiador argentino.
Burzaco cita una crónica del Hans Rudel, un expiloto nazi también residente en Argentina en aquel entonces: según el alemán, "decenas de miles habían llegado en ómnibus, camiones, bicicletas y a pie, para ser testigos de ese acontecimiento decisivo para la aviación" del país.
En la presentación, Tank hizo un despliegue de todas las posibilidades de la aeronave. "Trepó velozmente hasta los 1.000 metros, giró suavemente y descendió para efectuar una pasada rasante a 25 metros a más de 900 kilómetros por hora sobre el aeródromo". Luego subió "hasta los 13.000 metros a todo motor". Finalmente posó el Pulqui II y lo carreteó hasta el palco oficial. Al bajarse, saludó a Perón con un abrazo.
En mayo de 1951 el Pulqui II fue tripulado por primera vez por pilotos que no eran de prueba, pero tuvo un desperfecto y el piloto se eyectó, aunque no llegó a abrir el paracaídas. Así, el proyecto se cobraba su primera víctima fatal. Para octubre de 1952 se preveía una nueva demostración pero esta vez Otto Behrens, el célebre piloto de prueba del grupo, estrelló el Pulqui II y murió en el acto.
En 1955, una dictadura cívico-militar autodenominada Revolución Libertadora derrocó a Perón. En ese punto, "una ola de odio" arrasó a todo lo que tenía una relación con el expresidente, que debió partir al exilio.
Tank y sus colaboradores ya no gozaban de la misma tranquilidad. Según Burzaco, el padre del Pulqui II emigró a la India, luego de recibir presiones y amenazas por "tenencia de pasaporte falso". Otros emigraron a EEUU, donde abundaron las ofertas de gigantes de la aviación, como Lockheed o Boeing.
Los hermanos Horten
Otro equipo de alemanes desarrolló las llamadas "alas volantes". Se trató de los hermanos Walter y Reimar Horten. Ambos habían desarrollado planeadores y prototipos de aviones sin cola en Alemania. En 1948, llegaron a Argentina y trabajaron en el Instituto Aerotécnico. Walter regresó a su país, pero Reimar permaneció el resto de su vida en Córdoba.
El ingeniero perfeccionó allí varios prototipos: el I Ae 34, 'Clen Antú' y el I Ae 41 'Urubú'. Esta última nave fue el primer planeador que cruzó la cordillera de los Andes, en septiembre de 1956.
El más ambicioso de los proyectos de Horten fue el I Ae 37, un interceptor supersónico bimotor. El avión no llegó a completarse debido a la coyuntura política en el país. Tras el alejamiento de Perón, se construyó un planeador y el prototipo de una versión motorizada subsónica. Sin embargo, la financiación fue cancelada en 1961
La misma suerte corrió el I Ae 38 'Naranjero', un planeador diseñado para transportar cargas perecederas, como respuesta a la falta de infraestructura caminera y de aeropuertos. La llegada de la Revolución Liberadora suspendió su desarrollo.
Este artículo fue elaborado con la invaluable colaboración del Brigadier (r) Horacio Mir González y sus colegas de la Biblioteca Nacional de Aeronáutica de la Fuerza Aérea Argentina.